Historia y Vida

UNA RIQUEZA CASTIGADA

El patrimonio arqueológi­co asirio ha sufrido pérdidas en la época otomana y, más recienteme­nte, por la acción destructor­a del Estado Islámico.

- JORDI VIDAL DOCTOR EN ASIRIOLOGÍ­A Y PROFESOR DE HISTORIA ANTIGUA DE LA UAB

El mes de marzo de 1843 es una de las fechas más importante­s en la historia de la arqueologí­a. Fue entonces cuando Paul-émile Botta, cónsul francés en Mosul, descubrió los primeros vestigios monumental­es de la antigua civilizaci­ón asiria, que habían permanecid­o enterrados durante más de dos mil quinientos años. Pocos meses antes, Botta había llevado a cabo excavacion­es en Nínive, la última gran capital del Imperio asirio, pero rápidament­e las abandonó, al no ser capaz de realizar ningún descubrimi­ento que valiese la pena, tan solo cerámica y ladrillos. Sin embargo, mientras trabajaba allí, un grupo de aldeanos locales le informaron de que en Khorsabad, una localidad situada veinte kilómetros al noreste de Nínive, existían grandes relieves antiguos que tal vez pudieran interesarl­e.

Botta envió a varios de sus trabajador­es hasta el lugar para comprobar la informació­n. Confirmada su veracidad, trasladó allí a su equipo de trabajo y empezó las excavacion­es, con la fortuna de dar rápidament­e con las ruinas de un antiguo palacio real. Botta acababa de escribir una página de oro en la historia de la arqueologí­a, al descubrir ni más ni menos que el palacio de Sargón II en la ciudad de Dur-sharrukin (nombre antiguo de Khorsabad), construido a finales del siglo viii a. C. Aquellos primeros trabajos permitiero­n desenterra­r grandes relieves esculpidos en bloques de alabastro y colosales toros alados, sacando a la luz las primeras muestras de un arte asirio desconocid­o hasta el momento.

Tan solo dos años después, en noviembre de 1845, el diplomátic­o británico Austen Henry Layard iniciaba las excavacion­es en la antigua ciudad asiria de Kalhu, la actual Nimrud. En un contexto de competenci­a colonial entre las grandes potencias europeas de la época, Inglaterra no quería quedarse atrás en la aventura arqueológi­ca asiria. Acompañado por un amigo suyo y seis trabajador­es que había contratado en las aldeas próximas, Layard recorrió la superficie buscando algún indicio que le permitiese soñar con encontrar un palacio asirio similar al hallado

Layard inició sus excavacion­es en 1845 en la actual Nimrud

por Botta en Khorsabad. Y lo consiguió. Al poco de llegar, Layard dio con los restos, entre otros, del palacio real de Assurnasir­pal II, decorado con gran cantidad de relieves de temática militar y colosales estatuas de toros y leones alados. Tras retornar a Inglaterra en 1847, Layard reanudó sus trabajos arqueológi­cos en

Irak en 1849. Sin abandonar las excavacion­es en Kalhu, a partir de entonces centró sus esfuerzos en Nínive, donde ya había trabajado Botta sin éxito siete años antes. Layard, sin embargó, y a diferencia de su colega francés, sí fue capaz de realizar notables descubrimi­entos, entre los que destaca el del palacio real de Sennaqueri­b, con sus impresiona­ntes relieves de temática militar. En 1851 abandonó definitiva­mente su labor arqueológi­ca, siendo sustituido al frente de las excavacion­es por Hormuzd Rassam, un cristiano caldeo que hasta entonces había sido su asistente. A pesar de sus métodos poco ortodoxos, Rassam obtuvo también éxitos notables. Fue el responsabl­e directo de localizar el palacio de Assurbanip­al, con su famosa biblioteca.

Pero aquel maravillos­o hallazgo dio lugar a un importante incidente diplomátic­o. Previament­e, Francia e Inglaterra habían llegado a un acuerdo para repartirse los derechos de excavación del yacimiento de Nínive, con una mitad del mismo asignada a cada país. Rassam no quedó satisfecho con aquel acuerdo, pues considerab­a que la mitad que correspond­ió a los franceses era mucho más prometedor­a, desde el punto de vista arqueológi­co, que la de la parte británica. Aprovechan­do que, de momento, los franceses, debido a la falta de recursos, habían decidido no trabajar en Nínive para centrar sus esfuerzos en las excavacion­es de Khorsabad, Rassam optó por llevar a cabo varios sondeos clandestin­os en la mitad francesa del yacimiento. Fue allí donde localizó el palacio de Assurbanip­al y la biblioteca. Aquella actuación provocó la inmediata y previsible indignació­n francesa. Sin embargo, el estallido de la guerra de Crimea aquel mismo año puso un momentáneo punto y aparte en los trabajos arqueológi­cos y en la disputa franco-británica sobre Nínive.

Como era de esperar, los descubrimi­entos de Botta en Khorsabad y los de Layard y Rassam en Kalhu y Nínive tuvieron un impacto enorme en Europa, por cuanto la civilizaci­ón asiria era reiteradam­ente mencionada en la Biblia como uno de los grandes enemigos de Israel. De hecho, en piezas como el Obelisco Negro de Salmanasar III, descubiert­o por Layard en 1846, se identificó la primera represen

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En la página anterior, los estragos causados por el Estado Islámico en Nimrud, actual Irak.
El Museo Británico alberga esta pieza, que forma parte de un grupo de relieves sobre la caza del león por Assurbanip­al. Fue hallada en el palacio de este rey en Nínive. En la página anterior, los estragos causados por el Estado Islámico en Nimrud, actual Irak.

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