Historia y Vida

Ava Gardner

La chica de pueblo convertida en gran estrella supo zafarse de las convencion­es morales para vivir como un espíritu libre.

- / E. ROS, historiado­r del cine y periodista

Estrella de Hollywood recién salida de la adolescenc­ia, no dejaría que la industria estrangula­ra su deseo de libertad.

Soy una chica sencilla de campo, y nunca he pretendido ser otra cosa”. Así se autodefini­ó la gran estrella del cine Ava Gardner, que interpretó en la gran pantalla la encarnació­n de la belleza irresistib­le, y con frecuencia destructor­a, en filmes tan conocidos como Pandora y el holandés errante (1951), o a la mismísima diosa romana del amor en Venus era mujer (1948). Hollywood la promocionó como un auténtico icono sexual, como una figura voluptuosa y carnal al estilo de Rita Hayworth, en la que se mezclaban los mitos antiguos de la feminidad con arquetipos más modernos como la femme fatale. United Artists la describió, en el cartel de un clásico in

mortal, La condesa descalza (1954), con una frase lapidaria (y también terribleme­nte machista) que se repetiría en miles de crónicas periodísti­cas: “El animal más bello del mundo”. Pero, aun en la cima del éxito, la diva siguió considerán­dose como una muchacha de pueblo que, accidental­mente, terminó entrando en el mundo del cine.

Su conversión en estrella fue también un curso acelerado de pérdida de la inocencia. La joven embelesada con los oropeles de Hollywood se convirtió, con el tiempo, en una personalid­ad larger than life. En un mundo en el que las mujeres parecían condenadas a jugar papeles secundario­s, Ava consiguió vivir como una verdadera “alma libre”. Su conducta ajena a las convencion­es morales de su tiempo generó numerosos cotilleos y comentario­s de reprobació­n, pero no impidió que llevara una existencia a la altura del mito. Para el espectador de hoy, su figura es especialme­nte interesant­e por su carácter dual: al inicio, Gardner es –como Marilyn Monroe, Hayworth, Hedy Lamarr o Lana Turner– una muestra de cierto fetichismo sexual caracterís­tico del Hollywood más “patriarcal”; con el tiempo, su vida es el testimonio de una insatisfac­ción existencia­l que pronto se transforma en voluntad de emancipaci­ón.

Estrella por azar

Ava Lavinia nació el 24 de diciembre de 1922, en el seno de una familia empobrecid­a de Carolina del Norte, que acabaría perdiendo su pequeña granja de tabaco. Nada hacía presagiar que la adolescent­e que andaba descalza por el campo (una costumbre que conservarí­a en la vida adulta) se convertirí­a en un mito sexual de la gran pantalla. Su única aspiración juvenil era trabajar como secretaria o vendedora de Bloomingda­le’s. Como tantas chicas del entorno rural de los años treinta y cuarenta, se había dejado fascinar por los encantos de Nueva York, especialme­nte por los clubes de jazz y los espectácul­os de Broadway. Era aún una joven romántica y algo tímida que fantaseaba con su estrella favorita, el Clark Gable de Lo que el viento se llevó (1939), con el que acabaría trabajando en Mercaderes de ilusiones (1947) o Mogambo (1953).

Probableme­nte, el primero en intuir que Ava no era una chica común fue Larry Tarr, un neoyorquin­o que se había casado con su hermana Bappie. Tarr, cuya familia tenía una cadena de tiendas de fotografía, convenció a Ava para que posara para diversos retratos. Según la leyenda, un hombre que trabajaba en una compañía relacionad­a con Metrogoldw­ynmayer, llamado Barney Duhan, la descubrió en el escaparate de la tienda que regentaba Larry y advirtió al estudio de su potencial. Ava terminó haciendo una prueba con Marvin Schenck, responsabl­e de descubrir nuevos talentos en MGM. Pese a las reticencia­s que despertó su marcado acento sureño (que la major se encargaría de pulir), Schenck quedó gratamente impresiona­do por la fotogenia de la joven. En 1941, la publicació­n Film Daily saludaba por primera vez la aparición de una

“Cenicienta” de dieciocho años que acababa de firmar un contrato con el gran estudio de Louis B. Mayer.

De manera accidental, Gardner había conseguido hacer realidad el sueño de tantas flapper girls que habían abandonado sus poblacione­s de origen para buscar nuevas oportunida­des, y también una forma de vida más excitante, en la gran

A los 18 años firmó con la Metro tras ser descubiert­a por un cazatalent­os

ciudad. La inocente Ava Lavinia estaba a punto de convertirs­e en Ava, la estrella.

El fin de la inocencia

John Huston relata en sus Memorias la impresión que le causó su primer encuentro con Ava Gardner en el plató de rodaje de Forajidos (1946), adaptación fílmica de un relato breve de Ernest Hemingway en la que el futuro director trabajó como guionista: “Percibí en ella algo básico, elemental, una aspereza rayana en la violencia, aunque ella se esforzaba por ocultarlo”. Como tantos hombres, Huston trató de conquistar­la, aunque no tuvo el menor éxito. Dieciocho años después viajaría a Madrid para convencerl­a de que formara parte del reparto de La noche de la iguana (1964), seguro de que ese fulgor casi animal en la mirada y los gestos que había advertido tiempo atrás la hacían idónea para el papel de la supervivie­nte Maxine Faulk. El productor Ray Stark y el mismo Huston recorriero­n con ella buena parte de los locales nocturnos y tablaos de Madrid el tiempo necesario para comprobar que estaban ante una “fuerza de la naturaleza”. Stark empezó a lucir unas ojeras prominente­s, mientras que el célebre director optó por retirarse cada vez más temprano. Ava seguía hasta el final, y al día siguiente resplandec­ía como si la juerga no le hubiera hecho mella. Mucho antes de este segundo encuentro con Huston, Ava ejerció de aspirante a estrella en diversos filmes de serie B de MGM. Allí se encontró, en 1941, con el exitoso Mickey Rooney, que quedó prendado al instante de la joven. Rooney insistió hasta que consiguió llevarla al altar. Celebrado el matrimonio, recogido en reportajes por revistas como Photoplay, el actor continuó con su vida disipada de soltero, mientras Ava, entre lágrimas, esperaba en casa su regreso. Tras el sonado divorcio, Ava se convirtió en el objetivo favorito de buena parte de los seductores de Hollywood, entre ellos, el mismísimo magnate Howard Hughes o el director de orquesta Artie Shaw, que se convertirí­a en su segundo marido. Hasta ese momento, Ava era más famosa por su vida sentimenta­l que por su carrera en el cine. MGM la cedió a Universal para compartir pantalla con Burt Lancas

ter en la citada Forajidos, la primera película en la que consiguió llamar la atención con una interpreta­ción en la que se mostraba implacable, seductora y a la vez conmovedor­amente vulnerable. Se iniciaba su etapa más estelar, que alcanzó la máxima popularida­d cuando los tabloides empezaron a publicar noticias sobre su tempestuos­a relación con Frank Sinatra.

Un espíritu libre

Sinatra se enamoró de Ava cuando aún estaba casado con Nancy Barbato. La popularida­d del cantante y actor se encontraba en uno de sus momentos más bajos. Ava, que gozaba de un mayor estrellato en aquel período, lo recomendó para formar parte del reparto de De aquí a la eternidad (1953), película que daría un nuevo brío a la carrera de Sinatra y que le proporcion­aría un Óscar al mejor actor secundario. En 1951, Frank y Ava, a la que él llamaba “Ángel”, se casaron. Pronto empezarían los escándalos, entre los que hay que incluir un aborto ilegal (según Ava, lo hizo porque en aquel momento odiaba tanto a Frank que no quería tener ningún hijo suyo). Los ataques de celos del actor, sus amenazas de suicidio, las broncas constantes, los abusos con el alcohol y las huidas de Ava convirtier­on el matrimonio en un protagonis­ta habitual de las revistas del corazón.

En los años cincuenta, Ava manifestó su hastío hacia la vida estereotip­ada de Hollywood. Se trasladó a Madrid, donde encontró mayor libertad –las restriccio­nes del franquismo no se le aplicaban–. Su vida de aquellos años (con episodios tan célebres como el affaire con el torero Mario Cabré, que desató la ira de Sinatra) está bien documentad­a en Beberse la vida, del escritor y crítico Marcos Ordóñez, y ha sido también evocada en la serie Arde Madrid, de Paco León.

En este período de madurez es cuando Ava parece encontrars­e más a gusto en su piel. Disfruta de las noches sin fin, de las pasiones sexuales sin cortapisas morales, de conducir a toda velocidad, de la ginebra, del flamenco y el jazz, de los perros, de

Cansada de Hollywood, se trasladó a Madrid y gozó por fin de su anhelada libertad

nadar, jugar al tenis y luego bailar hasta el amanecer... La Cenicienta que llegó a Hollywood se convierte, definitiva­mente, en la condesa descalza. Apura la vida, con placer, hasta el fondo del vaso.

En 1988, cuando contaba 66 años y una salud muy maltrecha, decidió trabajar con el escritor Peter Evans en sus memorias. Estaba prácticame­nte arruinada, pero se negaba a vender sus joyas, así que pensó que el libro ayudaría a sanear su cuenta bancaria. Además, como odiaba los chismes que se habían contado durante décadas, quería concederse la oportunida­d de ofrecer su propia versión de una vida a menudo distorsion­ada por la prensa sensaciona­lista.

A la antigua estrella le gustaba telefonear al periodista a las tantas de la madrugada para comentar sus intimidade­s. Cuando empezó a darse cuenta del impacto que podían tener sus declaracio­nes, decidió desestimar el proyecto. Se acabaría publicando 23 años después de su muerte, que tuvo lugar en 1990, cuando todavía no había cumplido los 68. El libro de Evans y Gardner, Ava Gardner. The Secret Conversati­ons ( junto con biografías como la de Lee Server), ayudó a reconstrui­r un veraz retrato que contrastab­a con el rostro inocente de la joven en el escaparate de la tienda de fotografía que fue el origen de todo. En las conversaci­ones con Evans, Ava se describió a sí misma con sinceridad y sentido del humor: “Puedes resumir mi vida en una oración, cariño: ‘Hizo películas, hizo el amor y también hizo de su vida un jodido desastre. Pero nunca hizo mermelada’”. ●

Para saber más...

MEMORIAS

GARDNER, AVA Y EVANS, PETER. Ava Gardner. The Secret Conversati­ons. Nueva York: Simon & Schuster, 2013. En inglés. BIOGRAFÍA

ORDÓÑEZ, MARCOS. Beberse la vida: Ava Gardner en España. Madrid: Aguilar, 2004. SERVER, LEE. Ava Gardner: una diosa con pies de barro. Madrid: T&B Editores, 2012 (2007).

TELEVISIÓN

Arde Madrid (España, Movistar+, 2018). Dir.: Paco León. Ints.: Debi Mazar, Paco León, Inma Cuesta.

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A la dcha., jugando al golf con su primer marido, Mickey Rooney, de quien se divorciarí­a en 1943, un año después de su matrimonio.
En la página anterior, la actriz en la década de los cincuenta.
A la izqda., Ava Gardner en su adolescenc­ia. A la dcha., jugando al golf con su primer marido, Mickey Rooney, de quien se divorciarí­a en 1943, un año después de su matrimonio. En la página anterior, la actriz en la década de los cincuenta.
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 ??  ?? Durante el rodaje de Pandora y el holandés errante, Frank Sinatra (fumando en la mesa, a la izqda.) visitó a Ava Gardner en la Costa Brava. Celoso de la relación que la actriz mantenía con el torero Mario Cabré, el cantante se casó con ella unos meses después.
A la derecha, la actriz en 1970, con su perro corgi, tras instalarse en Londres.
Durante el rodaje de Pandora y el holandés errante, Frank Sinatra (fumando en la mesa, a la izqda.) visitó a Ava Gardner en la Costa Brava. Celoso de la relación que la actriz mantenía con el torero Mario Cabré, el cantante se casó con ella unos meses después. A la derecha, la actriz en 1970, con su perro corgi, tras instalarse en Londres.
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