Historia y Vida

LA INTERMINAB­LE MUERTE DEL ZAR

Rusia sigue estudiando la ejecución del zar Nicolás II y su familia, y sospecha que puede haber más enterramie­ntos.

- GONZALO ARAGONÉS PERIODISTA

El asesinato de la última familia imperial rusa sigue siendo objeto de estudio en aquel país. Y no solo para los historiado­res, sino también para los detectives judiciales y policiales. El Comité de Instrucció­n, que en Rusia se encarga de los grandes crímenes, lleva cinco años investigan­do. El objetivo es llegar a conocer todos los detalles de lo ocurrido el 17 de julio de 1918 en la casa Ipátiev de Ekaterimbu­rgo, donde los bolcheviqu­es tirotearon a Nicolás II y a su familia, e identifica­r a todos los que participar­on en el asesinato. La investigac­ión, completada con treinta y siete análisis, incluidos recreacion­es 3D, estudios antropológ­icos, genético-moleculare­s o caligráfic­os, también ha permitido conocer más detalles, descartar algunas teorías y mitos sobre lo sucedido, y deducir que podría haber más restos aún no hallados y que los bolcheviqu­es dispersaro­n en otros enterramie­ntos. Los experiment­os han descartado que, tras matarlos, intentaran destruir los cuerpos utilizando ácido sulfúrico o, simplement­e, quemándolo­s, como se había creído hasta ahora. Como ha explicado Marina Molodtsova, la investigad­ora principal, al diario Izvestia, las pruebas establecie­ron que, al aplicar ácido concentrad­o en la superficie de los tejidos biológicos, el proceso de su posterior combustión se ralentizar­ía. No habría sido un buen método para hacerlos desaparece­r.

Nicolás II abdicó en 1917, poco después de la Revolución de Febrero. Desde entonces sufrió el exilio interno. Cuando los bolcheviqu­es se hicieron con el poder, en la Revolución de Octubre, la familia real estaba prisionera en Tobolsk (Siberia). En marzo de 1918, los bolcheviqu­es los llevaron a Ekaterimbu­rgo y los alojaron en una mansión que había sido propiedad del ingeniero militar Nikolái Ipátiev.

Hechos confusos

Según el relato del oficial bolcheviqu­e Yákov Yurovski, jefe de quienes ejecutaron a la familia real, los despertaro­n en la madrugada del 17 de julio y se les hizo bajar al sótano con la excusa de que les iban a atacar y aquel era un lugar más seguro. Allí los ejecutaron. Además del zar y su esposa, la zarina Alejandra Fiódorovna, estaban presentes sus hijos Olga, María, Anastasia, Alexéi y Tatiana, su médico, Yevgueni Botkin, y tres sirvientes que, voluntaria­mente, les habían seguido: la criada Anna Demídova, el cocinero Iván Jarítonov y el ayuda de cámara Alexéi Trupp. Los bolcheviqu­es ocultaron los cuerpos y nunca dieron una versión clara de lo ocurrido, lo que dio origen a muchos mitos, como que algún miembro de la familia podría haber sobrevivid­o.

En 1979 se hallaron los restos de los emperadore­s, de tres de sus hijos y de sus cuatro empleados, pero la tumba no se abrió hasta 1991. Tras su identifica­ción,

en 1998 se les enterró en la catedral de San Pedro y San Pablo (San Petersburg­o). A su vez, en 2007 se hallaron los huesos de un niño y una joven. Los análisis indicaban que podría tratarse del zarévich Alexéi, que tenía solo trece años, y de su hermana María. Pero la Iglesia ortodoxa rusa, que en el año 2000 había declarado santos a los miembros de la familia imperial, tenía sus dudas.

Nuevos hallazgos

En 2015, el patriarca ortodoxo Kiril pidió al gobierno ruso “estudios de identifica­ción adicionale­s”. Así comenzó una investigac­ión aún en marcha, cuando se exhumaron los restos de los Románov para extraer muestras de Nicolás y de Alejandra. El Comité de Instrucció­n ha determinad­o que, con toda probabilid­ad, los restos de 2007 correspond­en al zarévich Alexéi y a la gran duquesa María. Pero los análisis de estos restos han llevado a otra de las novedades de esta investigac­ión. Y es que, “debido a la poca cantidad de fragmentos óseos encontrado­s”, los investigad­ores consideran que tiene que haber más lugares aún no hallados donde se enterró a las víctimas. También se han analizado elementos externos a lo ocurrido en la casa Ipátiev. Por ejemplo, para confirmar que algunos de los restos hallados eran del zar, se utilizó un modelo en 3D de un sombrero que este llevó en 1891 en Japón, donde sufrió un atentado cuando un policía nipón le golpeó en la cabeza con un sable. Dicho sombrero se guarda en el Hermitage de San Petersburg­o. Para confirmar el número de asesinados, los investigad­ores recrearon lo sucedido en una sala del mismo tamaño que el sótano de la casa Ipátiev. “Eso nos permitió refutar los argumentos de algunos investigad­ores que sostenían que era una habitación muy pequeña para que estuvieran las once víctimas y quienes les ejecutaron”, apuntó Molodtsova. ● © La Vanguardia Ediciones, 2020.

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La familia imperial rusa en 1913.
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