MONOPOLY: EL CAPITALISMO ES UN JUEGO
La partida de Monopoly más larga de la historia se prolongó nada menos que 1.680 horas. Esta duración desmesurada da una idea de cómo este juego, desde su aparición hace ochenta y cinco años, levanta pasiones. Gente de todo tipo sucumbe a su poder de atracción. A primera vista, se diría que nos hallamos ante una glorificación del capitalismo. En sus orígenes, sin embargo, se trataba justo de lo contrario: de concienciar a la gente del peligro de las grandes corporaciones cuando actúan con escasas restricciones. Su inventora, Elizabeth Magie (1866-1948), lo creó en 1903 con el nombre de The Landlord’s Game (El juego del terrateniente). Tenía, sobre todo, un propósito pedagógico: difundir las ideas del economista Henry George (1839-1897), que en sus obras se mostraba muy crítico con las prácticas monopolísticas.
Pero no fue esta visión progresista la que se impuso. En 1935, cuando Charles Darrow patentó una versión modificada, llamada ya Monopoly, los participantes tenían que acaparar cuantas más propiedades mejor y arruinar al contrario. En plena Gran Depresión, Darrow, un vendedor en paro, acababa de encontrar el pasaporte hacia la fortuna. Tuvo la habilidad, al transferir la patente a la empresa Parker Brothers, de incluir un apartado sobre derechos de autor. Elizabeth Magie, en cambio, no lo hizo.
Dinero contante y sonante
Desde entonces, la historia del Monopoly no ha sido ajena a los vaivenes políticos y sociales. En ocasiones, el aura de la leyenda ha embellecido una realidad ya de por sí atractiva. Se dice que, durante la Segunda Guerra Mundial, los británicos lo utilizaron para camuflar la ayuda que enviaban a sus prisioneros de guerra en manos de los alemanes. Los destinatarios recibirían de este modo dinero genuino, mapas y cualquier otra cosa que les ayudara a planificar su evasión.
Más tarde, a principios de los sesenta, el economista Ralph Anspach creó Anti-monopoly, en el que invertía los términos del concepto original. Todo empieza con una situación de monopolio, y corresponde a los jugadores regresar al libre mercado. Por el título, Anspach se vio inmerso en una batalla legal contra Parker Brothers, de la que saldría victorioso. En el proceso, quedó claro que la creadora original del Monopoly había sido Elizabeth Magie, no Darrow. Y la Cuba de Castro lanzó su propia adaptación para satisfacer las necesidades ideológicas del régimen. Se llamaba Deuda eterna: los jugadores no representaban a hombres de negocios, sino a gobiernos. Su objetivo, derrotar al Fondo Monetario Internacional.
Escuela de magnates
En cuanto al juego oficial, sus variedades son innumerables. Hay un Monopoly Standard, un Monopoly Deluxe... Tampoco faltan adaptaciones específicas para promocionar otros productos, como la serie de televisión Los Simpson o la película Shrek 2. Hasta existe un Monopoly Star Wars, con el que se conmemoró el vigésimo aniversario de la saga de Han Solo y la princesa Leia. Desde su creación, más de mil millones de personas, en más de un centenar de países, han concebido ante un tablero del Monopoly sus estrategias de inversión mientras imaginaban ser grandes magnates. Finanzas y poder..., la combinación resulta irresistible, aunque sea en la ficción de un entretenimiento.