El fotógrafo en el KBR
A la izquierda, Estación de metro de Elephant and Castle (1940).
A la derecha, Francis Bacon en Primrose Hill (Londres, 1963).
Hasta el 24 de enero de 2021, el nuevo Centro de fotografía KBR de la Fundación MAPFRE de Barcelona ofrece una oportunidad única de encontrarse cara a cara con la obra de Brandt. La muestra –la primera retrospectiva que se realiza en España– reúne ciento ochenta y seis fotografías positivadas por el propio artista, así como sus escritos, algunas de sus cámaras, publicaciones de la época y documentación.
El recorrido permite apreciar
los diferentes aspectos de su obra, en los que la identidad y el concepto de “lo siniestro” se convierten en protagonistas. Como señala Ramón Esparza, comisario de la muestra, sus fotografías pueden verse en relación con lo unheimlich, término utilizado por primera vez por Sigmund Freud en 1919. Lo unheimlich, que puede traducirse por “lo siniestro” o “aquello que produce inquietud”, en palabras de Eugenio Trías, “constituye condición y límite de lo bello”, y atraviesa buena parte de su obra. Es especialmente patente en la visión de Londres durante la guerra, en los retratos o en los desnudos que alteran las dimensiones del espacio.
espiritual que resultaba fundamental para comprenderlas del todo. A menudo, la angulación o la composición de sus retratos eluden el academicismo, acercándose a la visión heteróclita del Surrealismo (algo que se hace manifiesto, por ejemplo, en el autorretrato a través de un espejo que lleva el proustiano título de A la recherche du temps perdu).
Por último, sus imágenes desprenden siempre una extraña melancolía, como si la fotografía hubiera traspasado el ánima del retratado (algo que podemos ver en el retrato de Dylan Thomas, o incluso en el de un comedido Peter Sellers que parece salido de un cuadro de René Magritte). Pocas sonrisas hay en los rostros que más interesan a Brandt, para el que el retrato es una especie de “oráculo que uno interroga”. En sus propias palabras, “la meta del artista debe ser encontrar una semejanza profunda [...] que sugiera algo del futuro del sujeto. El fotógrafo tiene que esperar hasta que en la expresión del retratado ocurra algo intermedio entre el sueño y la acción”.
En 1940 ofrecerá una de las visiones más elocuentes de la fragilidad humana durante la guerra, en magistrales imágenes elaboradas al servicio del Ministerio de Información británico, como la serie dedicada a mostrar a personas durmiendo en las estaciones de metro de Londres o la contemplación espectral de una ciudad vacía, desprotegida ante los bombardeos. Poco a poco, Brandt empezará a desplegar un amplio abanico de registros, revelándose capaz de acercarse a todos los temas y motivos, del paisaje al rostro humano, pasando por el reportaje social o la construcción pictórica de la imagen. Tras la Segunda Guerra Mundial, el legado del Surrealismo se evidencia sobre todo en su serie dedicada a los desnudos. Son fotografías en las que juega a placer con las angulaciones y las distorsiones de la perspectiva, para extraer una belleza alucinada de un cuerpo humano con frecuencia segmentado. Para ello, se sirve de una vieja cámara de placas, que dota a los lugares de una cualidad onírica, confiriendo profundidad y espacialidad. Brandt observa una oreja en primer plano con un paisaje al fondo, las plantas de unos pies que parecen abalanzarse sobre el espectador o unas piernas femeninas que se alargan hasta el infinito, en una colección de fotografías que recuerdan las “geometrizaciones” enigmáticas de Man Ray o Florence Henri. También indagará en la contemplación de diversos paisajes abismados, con una similar voluntad de huir
Sus imágenes desprenden una extraña melancolía
El legado de Brandt, en una exposición