Para saber más...
santa que irradia más paz consigo misma que beatitud. Tras triunfar con los Medici, especialmente entre las damas de una corte llena de talento femenino, se enamora locamente del hijo bastardo de un noble y protagoniza una espectacular huida a caballo hacia Roma. Ha cobrado un adelanto de Cosme II por dos obras no entregadas, y teme su ira tanto como las habladurías que ya empiezan a tejerse de nuevo en torno a su vida privada. En 2011 se descubren sus cartas de amor a Francesco Maria Maringhi, misivas chorreantes de pasión, sazonadas de celos, alusiones sexuales, demandas económicas, referencias cultas y faltas de ortografía, ya que la artista no aprendió a escribir hasta la edad adulta. Su marido, al tanto de todo, extorsiona educadamente al adinerado amante hasta que, en 1623, se esfuma para siempre de la vida de Artemisia. Gentileschi es consciente de las limitaciones que su condición de mujer impone a su carrera. Unas veces las desafía; otras, las aprovecha. Las prioridades que reflejan sus cartas son, por este orden: pagar sus facturas, siempre abundantes, obtener el reconocimiento que su talento merece y casar bien a sus hijas, una legítima y otra nacida fuera del matrimonio. Su correspondencia personal y profesional refleja estas preocupaciones sin tapujos, lo mismo que sus autorretratos, que reparte entre sus admiradores como reclamo publicitario. Atractiva e indómita, se retrata como mártir, instrumentista, amazona o santa. A sus mecenas los engatusa o los cose a exigencias rayanas en la grosería: sus peticiones son invariablemente urgentes, pero los cuadros que promete a cambio siempre se retrasan. Ella es Artemisia, la pittora por excelencia, “el espíritu de César en el alma de una mujer”, según sus propias palabras. “Mostraré a Su Ilustrísima Señoría lo que una mujer es capaz de hacer”, promete a su patrono, Antonio Ruffo. Ignora que un día se convertirá en estandarte del feminismo, tras siglos de denso y polvoriento olvido. ●
CATÁLOGO
VV. AA. Artemisia. Londres: National Gallery, 2020. En inglés.
A la izqda., una instalación de “Que nos roban la memoria”, de Concha Jerez.
Abajo, Vista de la calle del Coso (1808), de Fernando Brambila y Juan Gálvez.