Infierno en Tulsa
Desde el fin de la guerra de Secesión (1861-1865), los negros en el sur de EE. UU. ya no eran esclavos. Una infinidad de prejuicios e intereses, sin embargo, les reducía a la condición de ciudadanos de segunda. De cuando en cuando, la mayoría blanca se ensañaba con ellos, en olas de violencia como la del Verano Rojo de 1919. Con estos precedentes, una pequeña chispa bastaba para provocar un gran incendio. Nadie sabe con seguridad lo que sucedió entre el limpiabotas negro Dick Rowland y la ascensorista blanca Sarah Page. Ella gritó, acudió otra persona y la encontró en un estado de inquietud. Como Rowland era afroamericano, dio por sentado que había intentado abusar sexualmente de la chica y avisó a las autoridades. No pensó que tal vez él tropezara y, para evitar una caída, se sujetara en el brazo de ella. El caso es que el incidente se agrandó como una bola de nieve hasta provocar un estallido racial.
Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1920, una muchedumbre de blancos arrasó el distrito de Greenwood, en Tulsa, Oklahoma. El lugar, habitado por gente de buena posición económica, era conocido como el Wall Street negro. En poco tiempo, la turba se llevó por delante edificios enteros. Las pérdidas materiales fueron incontables. En cuanto a las humanas, su número se calculó en treinta y seis, pero es más probable que la cifra real oscilara entre setenta y cinco y trescientos muertos. La Guardia Nacional tuvo que intervenir para detener aquel desenfreno, en uno de los peores disturbios raciales de la historia del país. Muchas familias que sufrieron la ola de terror se mudaron a otro lugar, mientras los que permanecían en sus hogares guardaban silencio. Durante años, la tragedia fue un tema tabú que no se mencionaba en los libros de historia. Solo a partir de 2020 se incluiría su estudio en el temario escolar de Oklahoma. ●