CON GRAN DEVOCIÓN Y BRUTALIDAD
El perfil de los cruzados y el origen de estas campañas, al descubierto a partir del análisis del primer asalto a Jerusalén
AThomas Asbridge, profesor de Historia Medieval en la Universidad Queen Mary de Londres, el público español ya lo conocía por Las cruzadas (Ático de los Libros, 2019), su magistral síntesis sobre las guerras por Tierra Santa. Ahora, en esta nueva monografía, Asbridge se centra en la primera de estas expediciones, la que consiguió la toma de Jerusalén en 1099, y nos propone una revisión de las causas y el desarrollo de esta aventura que enfrentó a la cristiandad con el islam. Frente a la interpretación de tal contienda como fruto de intereses económicos o políticos, el autor recuerda que, en la época, eran perfectamente compatibles las razones materialistas y una profunda devoción religiosa. La fe impulsó a muchos caballeros a asumir deudas prácticamente insoportables para financiar un viaje lleno de peligros a Palestina, en el que no estaba nada claro que obtuvieran riquezas. Al despedirse de sus seres queridos, protagonizaron escenas muy emotivas porque nadie sabía, en esos momentos, si llegarían a regresar a sus hogares con vida. ¿Qué es lo que hizo que tanta gente se comprometiera con una empresa tan arriesgada? Se ha repetido en múltiples ocasiones que los principales implicados eran segundones de familias nobles, gentes que en Europa carecían de expectativas de futuro, y por eso buscaron en ultramar un camino hacia la gloria. Un estudio más detallado, sin embargo, nos revela que la mayoría de estos aristócratas ya poseían, en el momento de partir, señoríos aceptables o incluso de gran tamaño.
Razones para matar
Por otra parte, Asbridge profundiza en la genealogía de la idea de guerra santa, adentrándose en los precedentes que explican el estallido bélico contra los musulmanes. En su opinión, la Iglesia logró a lo largo de este camino la cuadratura del círculo: hacer que los principios pacifistas del Evangelio justificaran la actividad bélica. Este proceso coincidió con la lucha de la Santa Sede para constituirse en un poder centralizado con jurisdicción sobre todo el mundo cristiano, de forma que los obispos de todos los países cumplieran con las directrices de Roma.
Con este bagaje a sus espaldas, el papa Urbano II, gracias a un discurso incendiario, generó una ola indescriptible de entusiasmo. Logró este efecto, en parte, gracias a lo que ahora denominamos fake news: sin apoyarse en datos demostrables, presentó a los seguidores del islam como artífices de una cruenta persecución contra los cristianos, suscitando con ello un terremoto de indignación. No es esta una historia definitiva de la primera cruzada, tampoco lo pretende. Sí aporta, por el contrario, un análisis sugerente a partir de moderna bibliografía y de un conocimiento profundo de los diversos escenarios. ¿Se produjo entonces una grave discordia religiosa que se prolonga hasta la actualidad? La cruzada es una cosa y la utilización de la misma como mito legitimador, siglos después, otra muy diferente. El debate sigue abierto.