Los errores de Waterloo
Napoleón perdió en Waterloo (arriba) porque violó algunas de sus propias reglas sobre el arte militar, como ha señalado Andrew Roberts. Aunque le gustaba presumir de la rapidez de sus movimientos, el 17 de junio de 1815 perdió un tiempo precioso. Ese día hubiera podido reunirse con Ney, con lo que sus posibilidades de victoria hubieran aumentado. Sin embargo, prefirió dedicarse a inspeccionar sus tropas y a esperar noticias. Roberts, que no encuentra explicación para esta “apatía”, afirma que esta falta de acción resultó desastrosa, pero que peor fue lo que el Corso hizo después: dividir su ejército. Al enviar a Grouchy en busca de los prusianos, se privó de 33.000 hombres que le harían falta en los momentos más cruciales de la batalla. Grouchy nunca apareció con esos refuerzos, que tanta falta le hacían. Las tropas enemigas a las que perseguía, en cambio, sí llegaron a tiempo de ayudar a Wellington.
destaca que “las equivocaciones de Napoleón son innegables, debidas quizá a su mal estado de salud”. Entre las decisiones que no debió tomar estaría la opción de un ataque frontal, cuando las maniobras resultaban más aconsejables. Hizo que la caballería se lanzara al ataque sin darse cuenta de que semejante “mar de acero” ofrecía un blanco magnífico a los británicos. Además, se había rodeado de los hombres menos indicados: Murat hubiera sido mejor que Ney, Davout más idóneo que Soult.
Jean Tulard, a su vez,