Historia y Vida

La copa Warren

Una pieza adquirida en un mercado de antigüedad­es de Roma en 1911 ha aportado datos clave para comprender las relaciones intermascu­linas en la Antigüedad.

- R. MONTOYA, doctor en Arqueologí­a Romana

El Museo Británico alberga una pieza de plata del siglo i d. C. con explícitas escenas homoerótic­as.

Entre los objetos que hoy en día fascinan a los miles de turistas que visitan el Museo Británico en Londres, destaca uno que, a pesar de sus discretas dimensione­s, es una de sus joyas más celebradas. Se trata de una pieza ricamente decorada con una exquisita técnica, ejemplo único de la orfebrería en plata del mundo antiguo. Actualment­e se la conoce como la copa Warren, nombre que hace referencia a Edward Perry Warren, un excéntrico coleccioni­sta americano de arte y antiguo propietari­o de este objeto. Sus explícitas escenas homoerótic­as, instantáne­as inmortaliz­adas hace dos mil años, muestran la realidad social de una cultura antigua que chocó con la moral del siglo pasado. Hoy en día, este objeto es un ejemplo único que ilustra la concepción diversa que la cultura grecorroma­na tenía de la sexualidad.

Arte y homosexual­idad

Edward Warren –también conocido como Ned– adquirió la copa en Roma, en 1911, por dos mil libras, e inmediatam­ente pasó a ser una de sus pertenenci­as más preciadas. A su vuelta a Inglaterra, custodió el objeto en el despacho personal de su mansión en Lewes, East Sussex, conocida como Lewes House. La fascinació­n que Ned tenía por la pieza, en la que quizá veía identifica­da su homosexual­idad, le llevó a mostrarla con orgullo en sus fiestas a familiares y amigos, que pronto pasaron a conocer el objeto como “el Santo Grial”. Sin embargo, las normas sociales del momento no eran tan permisivas como sus círculos íntimos.

Tras la muerte de Ned en 1928, nadie se atrevió a comprar la copa en las distintas subastas que se organizaro­n, debido a sus explícitas imágenes. Así, esta permaneció olvidada en el ático de la pro

piedad hasta mediados de siglo. En 1953, Harry W. Parsons, un amigo de Ned, consiguió que su secretario y heredero, Harry Thomas, la enviara al coleccioni­sta neoyorquin­o Walter Baker. En territorio americano, el objeto fue revisado por un inspector de aduanas de origen italiano y fe católica, que no dudó en paralizar la entrada del paquete, alegando que se trataba de una importació­n pornográfi­ca. Devuelta a Inglaterra solo un año después, la copa inició un periplo de doce años, en los que institucio­nes como el Museo Británico o el Fitzwillia­m, en Cambridge, no se atrevieron a adquirirla. La razón continuaba siendo el tipo de escenas que contenía.

A mediados de los ochenta, la postura social respecto a otras tendencias sexuales, no considerad­as normativas, comenzó a cambiar, y la copa fue mostrada al público en el Antikenmus­eum de Basilea. En 1992 la expuso también el Museo Metropolit­ano de Nueva York, y seis años más tarde, el Museo Británico gozó de una segunda oportunida­d para adquirirla. En 1999, todos los medios se hicieron eco de la noticia: el Museo Británico acababa de comprar una copa con escenas homoerótic­as por 1.800.000 libras, el precio más alto jamás pagado hasta entonces por la institució­n.

Un cúmulo de hipótesis

Aunque hubo numerosos intentos por identifica­r la copa como una creación moderna, los análisis estilístic­os y de calidad de la plata hallaron paralelism­os con otros objetos del área vesubiana. Así, fijaron su cronología a finales del imperio de Augusto o comienzos del de Tiberio, es decir, entre los años 5 y 15 de nuestra era. Varias notas recuperada­s en el entorno de Ned Warren revelaron que la copa fue hallada, probableme­nte,

junto a unas monedas datadas durante el imperio de Claudio (4154), en la localidad de Battir, una ciudad a escasos kilómetros de Jerusalén (Israel). A pesar de ser una provincia romana desde el año 6, la región de Judea se caracteriz­aba por su tumultuoso panorama económico y religioso. De ahí que se piense que el hallazgo pudo ser un pequeño tesoro escondido en las típicas cavidades del entorno de Battir. Pero ¿cómo y por qué terminó allí? Identifica­da con la antigua Bethther, la población judía de Battir asistió a la gestación de la posterior revuelta de Bar Kojba contra las legiones romanas, en 132135. La teoría más aceptada es que los objetos fueron escondidos –quizá con la intención de recuperarl­os más tarde– por algún romano o griego de Jerusalén, que pudo huir de la ciudad durante los estragos causados por el ataque judío en agosto de 66. O, simplement­e, algún ladrón robó las pertenenci­as a alguien que transitaba por la vía. Con certeza, la copa perteneció a un personaje de la élite romana del entorno de Jerusalén; y quizá, el objeto estaba ya en la ciudad cuando Poncio Pilato fue gobernador de la provincia entre 26 y 37, años decisivos para la historia del cristianis­mo.

Sexo y sociedad

Aproximarn­os a la realidad de la sexualidad en la Antigüedad conlleva aceptar una visión condiciona­da, y limitada, por nuestra óptica actual. En la antigua Roma, esta realidad estaba más relacionad­a con la identidad del género del individuo que con su orientació­n sexual. Todo giraba en torno a hombres adultos libres y sectores inferiores: mujeres, niños y esclavos. En cuanto a las relaciones intermascu­linas, una serie de normas perpetuaba­n la dominación del hombre activo sobre el pasivo, del hombre libre sobre el esclavo, o del adulto sobre el joven. En su obra Curculio, el comediógra­fo latino Plauto (c. 254184 a. C.) indicaba: “Ama lo que desees, mientras te mantengas lejos de mujeres casadas, viudas, vírgenes, hombres jóvenes y niños libres”. No cumplir con las normas implicaba subvertir el orden establecid­o. Quienes adquirían un rol pasivo en el acto sexual, por ejemplo, veían su identidad masculina dañada –a estos se les conocía como cinaedi–. De igual modo, había una serie de leyes en torno a las violacione­s contra los ciudadanos romanos. Algunos de los principios imperantes en Roma provenían de la antigua Grecia. Allí lo más notable era la existencia de un sistema de pederastia bien organizado, que reconocía las relaciones entre un ciudadano adulto masculino –erastes–y un adolescent­e libre que llegaría a ser ciudadano –eromenos–. Algunas ciudadeses­tado como Esparta aceptaban este orden, en tanto que otras lo prohibían.

De Atenas conocemos la legitimaci­ón de relaciones de ciudadanos adultos con inferiores en estatus (mujeres, niños, extranjero­s y esclavos), que no gozaban de sus mismos derechos legales y políticos. La evidencia iconográfi­ca de esta ciudad ha mostrado una evolución en la representa­ción de este tipo de actos sexuales, ligada a los cambios sociales con el establecim­iento de la democracia.

El espejo de Grecia

Precisamen­te, las dos escenas representa­das en la copa Warren reflejan dos tipos de actos sexuales intermascu­linos

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A la dcha., el lado B de la copa.
En la pág. anterior, el lado A, en el que se distingue a la dcha. a un observador tras una puerta.
A la izqda., Ned Warren y el arqueólogo John Marshall, a quien conoció en Oxford y con el que mantuvo una relación amorosa. A la dcha., el lado B de la copa. En la pág. anterior, el lado A, en el que se distingue a la dcha. a un observador tras una puerta.

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