Europa, con la muerte en los talones
Durante los primeros años del nazismo, gran parte de los judíos alemanes emigraron a países vecinos como Francia, Bélgica, los Países Bajos o Suiza. Las razones para elegir estos destinos fueron diversas. Un motivo importante fue la cercanía con Alemania, tanto geográfica como cultural. Eran países fronterizos que tenían un nivel y un modo de vida similares a los germanos. En el caso de Suiza y los Países Bajos, incluso compartían similitudes idiomáticas (el neerlandés es muy parecido al alemán). Esta cercanía no solo facilitaba la adaptación de los refugiados, sino que también les hacía sentirse menos separados de su hogar. Gran parte de los judíos alemanes llevaban generaciones viviendo allí, por lo que sentían un gran amor por su patria. Además, esa proximidad les permitía mantener la esperanza de regresar rápidamente si, como esperaban, la situación mejoraba.
Las fronteras se cierran
Otro factor importante fueron las políticas de inmigración que imperaban en esos países. Aunque todos ellos habían aplicado restricciones por la crisis económica y eran reticentes a admitir a más judíos por los prejuicios antisemitas de parte de su población, los refugiados que disponían de dinero y documentación no encontraban muchos impedimentos para entrar. Se calcula que unos noventa mil judíos emigraron a estos países durante los primeros años de persecución nazi. En el caso de los Países Bajos, fue incluso más sencillo, puesto que, según su ley de extranjería, los ciudadanos alemanes tenían ventajas legales con respecto al resto de extranjeros. Además, en ciudades como París o Ámsterdam existía una amplia y muy consolidada comunidad judía, lo que facilitó enormemente la entrada de refugiados. Un tercer motivo para emigrar a estos países fue su red de comunicaciones. El sistema ferroviario francés y belga era excelente, y desde los puertos atlánticos zarpaban numerosos barcos hacia el continente americano. Esto hizo que muchos refugiados entraran en Francia y los Países Bajos por las facilidades que encontraban para emigrar a un segundo país. De hecho, los propios gobiernos crearon comités de ayuda para facilitar esos traslados.
La evolución de los acontecimientos políticos fue reduciendo paulatinamente las posibilidades de emigrar a países europeos. En el caso de Francia, la presión migratoria que supuso la Guerra Civil española y la política de apaciguamiento con respecto a Hitler provocaron que el gobierno francés impusiera cada vez más restricciones a la inmigración. El estallido de la guerra cerró, prácticamente, sus fronteras, trasladándose el flujo migratorio hacia los países neutrales. La posterior ocupación alemana de gran parte de Europa occidental y las medidas antisemitas implementadas por el régimen de Vichy del mariscal Pétain dificultaron aún más los movimientos. Suiza, el puerto de Marsella y el de Lisboa, al que había que llegar atravesando España (Franco no acogió a los refugiados, pero dejó pasar a casi todos los que portaban visados), se convirtieron en las principales vías de escape para los refugiados judíos durante la guerra.
Hacia el exterminio
En el caso de los judíos extranjeros que vivían en Alemania, la mayor parte regresaron a sus países de origen. Especialmente a Polonia, de donde eran la mayoría. El gobierno polaco aprobó en 1938 una ley que revocaba la ciudadanía de aquellos polacos que llevaran más de cinco años viviendo en el extranjero (justo el tiempo que hacía que había llegado Hitler al poder). Poco después, los nazis perpetraron una feroz guerra de exterminio contra los judíos durante su avance hacia el este. Como consecuencia de esta persecución, miles de judíos polacos cruzaron a la Unión Soviética entre los años 1939 y 1941. ●
El gobierno francés impuso cada vez más restricciones a la inmigración