La primera cadena de radio
UNA CRÓNICA DE LA PRIMERA GRAN EMISORA DE ESPAÑA, LA FUTURA SER, DESDE SU NACIMIENTO EN 1925 HASTA EL FINAL DE LA GUERRA CIVIL
Desde la portada de Aquí, Unión Radio nos mira de reojo Lolita Agulló, la mujer a la que Unión Radio tuvo la audacia de situar como locutora del programa informativo que fue su buque insignia. En solo catorce años, Unión Radio acompañó a los españoles a través de una dictadura, del fin de una monarquía, del advenimiento de una república y de una muy sangrienta guerra civil. Después los vencedores se aseguraron de borrar todo vestigio de una radio que, para muchos españoles, estaba unida al recuerdo de los vencidos.
Aquí, Unión Radio es un minucioso estudio de la primera cadena de radio que hubo en España. El experimento empresarial de un puñado de grandes multinacionales que nació en 1924 para difundir “noticias, informaciones, conciertos, discursos, asuntos pedagógicos, meteorología, funciones teatrales y cuanto no siendo correspondencia privada pueda resultar elemento de cultura, de interés o utilidad general”. La idea tuvo mucho éxito, aunque, después de la guerra, la cadena fuera intervenida y rebautizada como Sociedad Española de Radiodifusión. O por sus siglas, SER.
El libro se beneficia del acceso privilegiado de su autora, la legendaria jefa de documentación de la SER Ángeles Afuera, a los archivos de la cadena y del concienzudo trabajo de investigación que ha llevado a cabo para su tesis doctoral. De su mano nos adentramos en un mundo lejano de radioteatro, orquestas en directo y locutoras como Lolita Agulló, que misteriosamente “desaparecían” de antena en cuanto decidían casarse. Una época distante en algunas cosas, pero no tanto en cuanto a las presiones políticas.
Aquí, la guerra
Unión Radio las sufrió desde el principio. Fue señalada por sus competidores como peligrosa herramienta de influencia extranjera, porque sus dueños lo eran. También fue tachada de “roja”, aunque, durante el régimen republicano, su antena permaneció abierta para todos los partidos y retransmitió mítines tanto de las izquierdas como de la Falange de José Antonio Primo de Rivera. Una independencia que terminó con la Guerra Civil. En julio del 36, la cadena se desgajó, y sus diferentes emisoras se convirtieron en herramientas de propaganda en función de en qué zona estaban. El control de Radio Madrid pasó a un comité obrero, y su emblemático edificio de la Gran Vía, todavía casa de la SER, fue bombardeado por la aviación franquista. El 28 de marzo de 1939, los sublevados anunciaron desde sus micrófonos que habían tomado Madrid, y, tras más de un año de incautación estatal, le borraron el nombre de Unión Radio para convertirla en la SER. Había que acabar con una voz muy asociada con la República. Había que terminar con esa muletilla de “Aquí, Unión Radio”.
Mao Zedong murió en 1976. Poco después, las reformas de Deng Xiaoping y el proceso contra la Banda de los Cuatro indujeron a pensar en Occidente que la República Popular China estaba pasando página del maoísmo. Hoy, la apertura internacional, los tintes capitalistas o la contención intermitente del aliado norcoreano parecen confirmar esta transformación. Nada de ello suena a la “guerra prolongada” que recetaba el Gran Timonel para forzar la “democracia de masas”. Sin embargo, la multipremiada sinóloga británica Julia Lovell asegura que “Mao, sus estrategias y su modelo político continúan siendo elementos centrales para la legitimidad y el funcionamiento del gobierno comunista chino”. Esto, en la actualidad: en la “China cuasimaoísta”, como llama a la que tripula Xi Jinping.
No es la única sorpresa que abriga, y fundamenta sólidamente, el ensayo Maoísmo. Una historia global. El nuevo título de la autora de La Gran Muralla: China contra el mundo (1000 a. C.-2000 d. C.) reúne en un único volumen material temático que suele demandar varios, de ahí la extensión del libro. Catedrática de Historia y Literatura de la China Moderna en el Birkbeck College –el laboratorio investigador de la Universidad de Londres– y una firma habitual en el Guardian, el Financial Times y el New York Times, Lovell busca tanto definir el polifacético maoísmo como repasar su trayectoria en una doble vertiente, dentro y fuera del gigante asiático.
De Pekín al orbe
La estudiosa examina, por un lado, la revolución triunfante en 1949, incluidos antecedentes como la fallida de 1925 a 1927, e importantes modulaciones posteriores como el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. En ello no se deja en el tintero la vida, la personalidad y el pensamiento de Mao, ni tampoco las fluctuantes relaciones Pekín-moscú. Igual de fascinantes, y más inusuales, resultan los capítulos dedicados al exterior, el gran hallazgo del trabajo.
Allí se ven “hippies, activistas de los derechos civiles, filósofos y hasta la actriz Shirley Maclaine”, en lo que se refiere a Occidente. También los Panteras Negras estadounidenses, las Brigadas Rojas italianas y el peruano Sendero Luminoso. Tampoco tienen desperdicio las secciones sobre las agitadas Asia y África de la descolonización, que depararon versiones descafeinadas (Vietnam) o exacerbadas (Camboya) del modelo original. Todo explicado con información a carretadas, afiladas observaciones y detalles impagables (un emisario de Mandela intentando pontificar sobre la revolución en la China de 1953; Mao felicitando a Pol Pot por su sanguinario extremismo agrarista junto a una piscina de lujo). La magnum opus de Julia Lovell. Imprescindible.