Shanghái, la aventura asiática
En los años treinta, Shanghái era la capital comercial y financiera de Asia. Una ciudad abierta a Occidente tras las guerras del Opio del siglo xix (las potencias coloniales poseían concesiones territoriales), cosmopolita, dinámica y repleta de oportunidades, que atraía a empresarios y trabajadores de todo el mundo. La “París del este” había sido refugio de una amplia comunidad de judíos rusos durante la primera década del siglo xx. Y lo volvió a ser, esta vez de alemanes y austriacos, después de la llegada de Hitler al poder. Se calcula que, hasta el estallido de la guerra en el Pacífico, en 1941, unos veinte mil judíos llegaron a Shanghái huyendo de la persecución nazi.
La pequeña Viena
La mayoría de los refugiados viajaban por mar, desde los puertos atlánticos o desde Italia, cruzando el canal de Suez. La ruta italiana fue la preferida por los judíos austriacos tras el Anschluss. La comunidad hebrea vienesa llegó a ser de las más numerosas de Shanghái, y el barrio donde vivían, lleno de cafés y cabarés de estilo centroeuropeo, fue conocido como la pequeña Viena. El estallido de la guerra interrumpió el tráfico marítimo de inmigrantes a Shanghái. Los refugiados tuvieron que utilizar una vía alternativa por tierra. Debían cruzar Siberia y, luego, atravesar el norte de China hasta llegar a Shanghái. Pero dos años después, tras el ataque alemán a la URSS y el comienzo de la guerra en el Pacífico, la conexión se interrumpió definitivamente. La principal razón por la que muchos judíos emigraron a China fue la facilidad que encontraron para hacerlo. Hasta el comienzo de la guerra, no se requerían visados para entrar en Shanghái. Aunque al principio era un destino poco apetecible, por la lejanía y la diferencia cultural, las dificultades empujaron a muchos a mirar al Lejano Oriente. A este éxodo contribuyó, además, el cónsul chino Feng Shan Ho, quien, desde su oficina en Viena, emitió miles de visados a ciudadanos judíos para que pudieran escapar de los nazis tras la Kristallnacht. Esos documentos no eran necesarios para entrar en Shanghái, pero sí para salir del Reich, por lo que fueron muy solicitados.
En la boca del lobo nipón
La invasión japonesa de 1937 amenazó con cortar esa vía de inmigración y complicar la vida de los judíos que vivían en la ciudad. Los japoneses no eran especialmente antisemitas, más allá de su xenofobia, pero sí aliados de la Alemania nazi. En 1941, el coronel de las SS Josef Meisinger, representante de la Gestapo en Tokio, presionó a las autoridades niponas para que confinaran a los judíos de Shanghái con la finalidad de exterminarlos. Los japoneses no cedieron a la presión, pero trasladaron a los judíos a un gueto del barrio de Hongkou, el llamado Sector de refugiados apátridas. Era la zona más insalubre de la ciudad, por lo que algunos (se calcula que medio millar) murieron por las malas condiciones de habitabilidad. Tras el final de la guerra y la revolución comunista de 1949, la práctica totalidad de los judíos abandonaron Shanghái con destino a América, Sudáfrica y Palestina, donde acababa de crearse el estado de Israel. ●