NOTRE DAME
Cientos de iglesias en Francia se llaman Notre Dame de... (Nuestra Señora de...), pero si decimos Notre Dame, a secas, solo podemos referirnos a una: la de París. En 2019, tras el incendio que destruyó el tejado de plomo y roble, junto con la aguja de 750 toneladas que lo coronaba, el mundo suspiró con cierto alivio al saber que los rosetones, al menos, se habían salvado del fuego. El mayor de ellos, el de la fachada sur, ubicado en uno de los extremos del transepto, alcanza los 12,9 m de diámetro, pero únicamente el rosetón norte conserva intacto el vidrio emplomado original del siglo xiii.
La Biblia a todo color
El grado de elaboración de estas dos obras maestras del arte vidriero es difícil de superar. En la lucerna norte, donde predomina el color morado, aparecen representados ochenta personajes del
Antiguo Testamento, entre profetas, jueces, reyes y sumos sacerdotes. En el centro, María con el Niño, como respuesta a la larga espera del Mesías. El inmenso rosetón sur, dedicado al Nuevo Testamento, muestra más tonalidades rojizas. En él aparecen, además de los doce apóstoles, varios mártires, vírgenes y ángeles dispuestos en círculos, así como escenas del Evangelio según san Mateo. Desde el medallón central, el Jesús del Apocalipsis contempla a los feligreses. El vitral redondeado de la cara sur, donado en 1260 por Luis IX el Santo, ha sobrevivido a multitud de peripecias. En el siglo xvi, el propio reasentamiento de los muros lo quebró, y no se restauró hasta el xviii. La Revolución de 1830 lo hizo añicos, debido a que los sublevados quemaron la contigua residencia del arzobispo. Viollet-le-duc lo restauró en 1861, de modo que los cristales emplomados medievales conviven, actualmente, con otros del siglo xix.