Historia y Vida

Cristo, arquitecto del mundo

Los maestros de obra dominaban la geometría y la teología

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Escolástic­a y catedrales

están estrechame­nte ligadas. No solo porque las escuelas catedralic­ias se convirtier­on en centros filosófico­s, sino porque los propios templos son ejercicios matemático­s y teológicos sobre piedra. Sus albañiles sabían latín; a veces, incluso, literalmen­te. Aún hoy, la terminolog­ía de algunas universida­des sigue ligada a los oficios medievales. Los aprendices que ascendían a oficiales tenían prohibido casarse. En el mundo anglosajón, un licenciado sigue siendo un “bachelor” (soltero). Tan solo tras un durísimo examen podía lograrse el título de magíster, maestro o, como se dice hoy en día, máster. Aunque la más alta formación estaba reservada a los clérigos, los hijos de los arquitecto­s aprendían, al menos, una parte del quadrivium, aritmética y geometría. Puede que también nociones de astronomía, para dominar los efectos lumínicos. Incluso hay quien relaciona las partes de las fachadas góticas con la escala musical. Debían estar familiariz­ados con el Antiguo y el Nuevo Testamento y dominar la iconografí­a de los santos. En el siglo xiii, estos profesiona­les gozaban de gran renombre. Pierre de Montreuil, por ejemplo, presumía de ser “doctor en piedra”. Los creadores imaginan y, a veces, representa­n al mismo Dios diseñando el universo compás y escuadra en mano, como ellos mismos (arriba, en una miniatura de una Biblia moralizada).

El número de Dios

Las proporcion­es son una obsesión para los arquitecto­s góticos. El Románico permitía proporcion­es de uno a dos, pero el Gótico admite combinacio­nes más sofisticad­as. Los nuevos maestros conocen la proporción áurea, pero su favorita, muy similar, es el número de Dios, una proporción de uno a 1,666…, que surge de las medidas indicadas a Noé por Yavé para construir el arca.

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