SOBRE LA GUERRA
En busca de las claves que comparten los conflictos desde tiempos remotos
Ampliamente conocida por sus trabajos en torno a la Primera Guerra Mundial (1914. De la paz a la guerra; París, 1919), Margaret Macmillan regresa a la temática bélica, pero en clave genérica. En La guerra, la historiadora canadiense no explora una contienda específica, sino todas en general. Su nuevo ensayo, subtitulado Cómo nos han marcado los conflictos, busca denominadores comunes más allá de épocas, hechos y figuras. Se trata de una obra divulgativa de análisis y síntesis, una reflexión tan perspicaz como bien informada y, por momentos, provocativa sobre las conflagraciones como fenómeno en sí, como experiencia lamentablemente recurrente en el curso de la humanidad. Macmillan examina las guerras desde todos los ángulos imaginables. Presta atención a los motivos que las encienden: los ideológicos, los territoriales y el vasto espectro intermedio. También observa sus repercusiones. No solo las espantosas, como vivencias personales y colectivas horripilantes, sino, además, las asombrosas, como las cifras siderales de recursos comprometidos. Tampoco olvida una paradoja de los contextos beligerantes, sus derivados beneficios: avances médicos (el triaje hospitalario, las transfusiones de sangre, la penicilina), tecnológicos (motores de reacción, transistores, ordenadores) o incluso sociales (la mayor igualdad en Occidente de mujeres, trabajadores y minorías étnicas tras las dos guerras mundiales).
La paz como espejismo
Ciertamente, el título tiene un sesgo explícitamente eurocéntrico y contemporáneo (abarca sobre todo “desde finales del siglo xviii hasta nuestros días”, cuando “la guerra no solo ha cambiado cuantitativamente, sino también cualitativamente”), pero su arco temporal es bastante más generoso. Parte del remoto Ötzi, la momia congelada del hombre asesinado en los Alpes hace casi seis milenios, y llega al presente tras haber recorrido contiendas antiguas, medievales, modernas y recientes. Algunas afirmaciones en este trayecto, repleto de citas y anécdotas que ponen cara, ojos y voz a cada aseveración, pueden resultar discutibles y hasta chocantes por su aparente belicismo. Se debe a la imparcialidad científica de la autora entre la “larga tradición de contemplar la guerra como un tónico para las sociedades” y la corriente que ve en ella “un mal, algo que no produce más que miseria”. La catedrática de Oxford y Toronto también advierte que “en el mundo se han dado entre ciento cincuenta y trescientos conflictos armados desde 1945”, pero como “Occidente ha disfrutado de una cierta paz”, esta última se percibe como la norma. La historia señala, por desgracia, lo contrario, recuerda la investigadora, menos atenta a caer simpática que a ser veraz. De ahí su aviso y el libro. Para mantener desactivada esa amenaza.