Bulla Regia
Las expediciones francesas de finales del siglo xix en el noroeste de Túnez redescubrieron una ciudad caracterizada por sus casas subterráneas.
Este yacimiento tunecino, entre Cartago e Hippo Regius, sorprende por sus ricamente decoradas mansiones subterráneas.
Aunos ocho kilómetros al norte de Jendouba, población localizada al noroeste de Túnez, se hallan los restos de una ciudad milenaria, en la que el visitante puede recorrer las ruinas de sus edificios y descender al lujoso subsuelo de algunas de sus mansiones. Actualmente se la conoce como Bulla Regia, nombre que hace referencia a la importancia que el sitio tuvo bajo dominio númida: en 153 a. C., el rey Masinisa de Numidia arrebató la ciudad y sus territorios a los cartagineses. Aunque algunos investigadores creen que el término “regia” se debe al carácter de realeza adquirido por el lugar en esa época, otros defienden que está ligado a su consagración al dios Baal. Desde mediados del siglo ii a. C., la ciudad experimentó un desarrollo que se acrecentaría durante el dominio romano, llevándola a convertirse en un verdadero oasis urbano del norte de África.
El renacer de la ciudad perdida
Hasta mediados del siglo xix, el conocimiento sobre el lugar era casi inexistente, reducido solo a diseños en acuarela. La más antigua, realizada por Charles-joseph Tissot en 1853, muestra los restos aún en pie de algunos edificios, como las termas o el teatro. No fue hasta finales del siglo xix, en el contexto de la ocupación francesa de los territorios de Túnez, cuando el conocimiento sobre el pasado de esta región, y en concreto de Bulla Regia, aumentó. Viajeros, eruditos y diplomáticos, como René Cagnat o Henri Saladin, visitaron las ruinas de la zona, en pleno auge colonialista, en su afán por atribuirse el descubrimiento de un pasado histórico. En 1885 vieron la luz las dos primeras obras dedicadas al yacimiento,
La ciudad se convirtió en un verdadero oasis urbano en el norte de África
escritas por August Winkler: Notes sur les ruines de Bulla Regia y Description des ruines de Bulla Regia. Sus descripciones y planimetrías enfatizaban el potencial de una ciudad antigua aún no excavada. Las escasas intervenciones arqueológicas realizadas hasta entonces, bajo la dirección de Louis Carton, se habían centrado en las necrópolis del suburbio. Hubo que esperar a 1902 para asistir al inicio continuado de las excavaciones en la ciudad, gracias al descubrimiento, por parte del inspector de carreteras M. Lafon, de una cabeza monumental del emperador Vespasiano, una inscripción honorífica y la primera mansión subterránea ricamente decorada, la casa de la Caza. Esta representa a la perfección el tipo de desarrollo que experimentaron estas viviendas. Construida y ampliada a partir del siglo iii y durante el iv, ocupó unos 1.500 m2. En su planta superior incluía una basílica privada, unas termas y una letrina. A las estancias subterráneas se accedía a través de una escalera desde el peristilo, o patio central, de la casa. Estas estancias fueron remodeladas en diversas épocas, y en uno de estos trabajos, se cegó otra escalera que daba acceso a las zonas subterráneas.
En el siglo iv, el gran peristilo sirvió de organización de un gran triclinium, o sala de banquetes y representación, y unos cubicula, o habitaciones auxiliares de diverso uso, además de poseer un espacio interpretado, posiblemente, como lararium, o lugar de culto doméstico. Su rica decoración musiva pone de manifiesto el poder económico de sus propietarios. Tras Lafon, Louis Carton tomó el relevo, descubriendo otras casas, como la de Anfítrite, y efectuando excavaciones en las termas de Iulia Memmia. Después de la guerra de Túnez y la Segunda Guerra Mundial, se excavaron nuevas casas y se desveló el entramado urbano. Entre los años 1971 y 1992, un proyecto francotunecino realizó el estudio más completo del sitio, gracias, en gran parte, al arqueólogo Yvon Thébert. En las dos últimas décadas, las excavaciones internacionales, centradas en zonas suburbanas, han desvelado una nueva basílica, así como nuevas necrópolis y mausoleos, además de restaurar el enclave.
De númida a romana
A pesar de la importancia del lugar en la época númida, no se tiene constancia detallada de su organización y sus edificios. Las excavaciones han puesto de manifiesto la existencia de un trazado urbano regular, a la moda griega, así como de un templo dedicado al dios Baal, un santuario, edificios monumentales y de tipo doméstico y una muralla. Se cree que, antes de la llegada de los romanos, la ciu
Las últimas excavaciones han desvelado otra basílica y han restaurado el enclave
dad ocupaba unas treinta hectáreas. En 81 a. C., Pompeyo Magno derrotó a Hiarbas, último rey númida, y Bulla Regia pasó a formar parte de la órbita de Roma, manteniendo cierta independencia. Tras la victoria de César en la batalla de Tapso, en 46 a. C. se integró en Roma como ciudad libre y comenzó su desarrollo urbanístico. Su posición privilegiada en un valle donde, entre otros recursos, se produjo vino y aceite, y su localización en la vía que unía las ciudades de Cartago e Hippo Regius favorecieron el florecimiento económico del sitio.
Hasta finales del siglo i, la ciudad se dotó de un templo a Apolo, algunos edificios monumentales, un foro y un arco honorífico, probablemente construido en esta época. Bajo el imperio de Adriano (117-138), el lugar adquirió el rango de colonia –Colonia Lelia Hadriana Bulla Regia–, experimentando un boom urbanístico sin precedentes. Se finalizó la construcción del foro, el capitolio, la basílica y un anfiteatro al norte de la ciudad. Esta continuaría su auge bajo los imperios de Marco Aurelio y Lucio Vero, cuando se finalizó la construcción del teatro y el templo de Isis. Sin embargo, fue durante la dinastía de los Severos (193-235) cuando aumentaron las obras públicas, financiadas sin contrapartida por benefactores privados. Muchas de las calles de la ciudad se beneficiaron del alcantarillado. Asimismo, se remodelaron muchas de sus mansiones. Sus interiores fueron ricamente decorados, y sus plantas superiores y subterráneas añadieron lujosas estancias de representación (salones de carácter más público, donde se recibía a invitados y visitantes, se celebraban banquetes y
se hacía gala de riqueza y poder). De este período destacan, por ejemplo, las casas de la Caza y de Diana. Precisamente, una de las cuestiones que más ha llamado la atención de los investigadores es la gran cantidad de estancias de representación subterráneas, que se fueron añadiendo durante los siglos iii y iv. A mediados del siglo iii, se construyeron, además, las llamadas termas de Iulia Memmia –unos baños públicos de carácter monumental–, así como el mercado de la ciudad, bajo el patrocinio de la familia de los Aradii.
Del auge cristiano al ocaso
La llegada del cristianismo a tierras africanas trajo consigo la pertinente construcción de nuevos espacios de culto, al tiempo que otros de tipo público –tradicionalmente romanos– fueron cayendo en desuso. En este sentido, las excavaciones arqueológicas han desvelado que, en el siglo iv, se erigió al menos una basílica en el sector noroeste de la ciudad, así como otra en los suburbios. La importancia de la comunidad cristiana de Bulla Regia queda patente por su presencia, en 411, en la Conferencia de Cartago. Mientras el uso de algunos edificios continuó en época tardoantigua, pronto, muchos de ellos cambiaron de función, sirviendo de espacios funerarios o creándose nuevas necrópolis en las afueras de la ciudad. En época bizantina, se construyeron algunos fortines a lo largo de la vía principal, cuya función concreta se desconoce, así como una basílica. Hacia el siglo vii, la ciudad ortogonal romana de principios de era se había convertido en un asentamiento en progresivo desuso, con un trazado urbano irregular y distintos edificios religiosos, fruto de la nueva fe cristiana profesada.
Se cree que el abandono de la población se produjo de manera gradual, habiéndose encontrado algún tesoro de monedas datadas en el siglo xii. Con el progresivo traslado de la población a otros asentamientos emergentes vecinos, los edificios de la que fue una de las más importantes urbes de la región en época antigua y tardoantigua desaparecieron. Solo los que sobrevivieron crearon un paisaje de tintes románticos, que captó la atención de los primeros viajeros y eruditos europeos que, a mediados del siglo xix, redescubrieron el sitio. ●
Sus estancias de representación subterráneas resultan muy llamativas