LA VENGANZA DEL SAQUEADOR DE ROMA
A pesar de que los hechos narrados ocurrieron hace más de mil seiscientos años, nos encontramos ante un libro de rabiosa actualidad
Como si leyéramos las páginas de cualquiera de los principales diarios del mundo, conflictos de frontera, discriminación y miedo al extranjero, intolerancia religiosa, xenofobia, etc., conformaron el mosaico vital donde transcurrió la peripecia de Alarico el Godo (370-410).
Estigmatizados y relegados a los márgenes de la sociedad romana, al norte de la frontera natural que marcaba el Danubio, la imagen que nos ha llegado de los godos, a partir, fundamentalmente, de Edward Gibbon o Rodolfo Lanciani, es la de un pueblo violento y bárbaro que destruyó la civilización. En base a fuentes contemporáneas y medievales tempranas, Douglas Boin, historiador de la Universidad de St. Louis (Misuri), aporta un notable cambio de perspectiva. Su relato, enérgico y vibrante, revela que, en realidad, los pueblos germánicos pretendían integrarse en el Imperio, no destruirlo. Probablemente, Alarico “imaginó que al otro lado del río podría estar esperándole un futuro mejor”.
A las puertas de Roma
Como señala Boin, Alarico pasó de ser un general leal a Teodosio I en el ejército romano, donde vio morir a miles de sus compañeros godos en defensa de Roma, a un enemigo desilusionado del Estado. El autor muestra un retrato complejo, lleno de matices, donde los movimientos de un imperio en declive propiciaban el miedo, la violencia y la confusión en lo relacionado con los derechos de los inmigrantes. “En 377, las patrullas fronterizas empezaron a separar indiscriminadamente a los muchachos godos de sus padres”. Cincuenta años antes de su colapso, Roma ya era una sociedad decadente y xenófoba con profundos conflictos políticos. En su mirada global, el libro muestra detalles e intrigas no solo de la Ciudad Eterna, sino también de Atenas, donde los romanos adinerados enviaban a sus hijos a estudiar y, finalmente, escaparon. Alarico el Godo es mucho más que un esbozo biográfico. Su protagonista representa la grandeza de una estirpe en busca de su propio destino. Alarico, según la narración de Boin, se encontró en una encrucijada, y llegó a la conclusión de que no había más salida que la violencia.