“Urki”, los mafiosos del Gulag que iban a su aire
Estos criminales seguían sus propios códigos y amedrentaban a los demás prisioneros
El hambre, el frío, el trabajo agotador o los abusos de los guardias no eran las únicas penalidades a las que se enfrentaban los presos del Gulag (abajo, el campo de Vorkutá). También tenían que soportar el dominio que ejercían los “urki”, los prisioneros pertenecientes al crimen organizado. Originarios de los bajos fondos de la Rusia zarista, estos delincuentes profesionales (también conocidos como “vori v zakone”, ladrones honorables) fueron uno de los primeros grupos de “enemigos del pueblo” que el Estado intentó reformar. Ante la imposibilidad de lograrlo, en los años treinta se los envió a los campos de trabajo. Pero con una particularidad. A cambio de obtener privilegios, los “urki” se encargarían de controlar e intimidar a los demás prisioneros.
Robos, palizas, violaciones… Los “urki” tenían carta blanca para amedrentar a los internos en el Gulag. Eran un grupo perfectamente organizado y diferenciado del resto. Poseían sus propios ritos, hablaban y vestían diferente, y se les reconocía por sus tatuajes. Aun así, su dominio sobre los reclusos no duró eternamente. Tras la guerra, su autoridad comenzó a ser cuestionada por una nueva generación de presos políticos que se había curtido en el campo de batalla. La conflictividad causada por estos enfrentamientos fue una de las causas del desmantelamiento del Gulag.