V de vendetta
Mussolini lo vendió como uno de sus grandes logros. Había derrocado a la mafia tras una feroz lucha llevada a cabo por el prefecto Cesare Mori en la década de los veinte. Los ecos de aquella macrooperación llegaron a las páginas del New York Times en 1928: “La mafia ha muerto”. Pero lo cierto es que, si bien los golpes asestados a la Cosa Nostra fueron muy importantes, no resultaron letales, como pretendía el régimen fascista.
En la concepción totalitaria de Italia que promulgaba el Duce no cabía la existencia de obstáculos, y en Sicilia existía un contrapoder que velaba exclusivamente por sus intereses. Había que acabar con él. La implacable acción de Mori hizo añicos el mito de la imbatibilidad de la Honorable Sociedad, matando, apresando o desterrando a muchos de sus miembros. Algunos de los más ilustres emigraron a Estados Unidos. No obstante, y pese a los grandilocuentes discursos de Mussolini, la mafia no se había extinguido. Permanecía agazapada, esperando su revancha. Esta llegó con el desembarco aliado de 1943 en Sicilia. Según afirman historiadores como Ezio Costanzo, el gobierno norteamericano contactó con la Cosa Nostra a través del líder mafioso Lucky Luciano, que, por entonces, estaba preso en Nueva York. Posiblemente a cambio de una rebaja de pena, solicitó el apoyo de la mafia siciliana para que esta ayudara a controlar la isla tras el desembarco, y evitar así una posible revuelta de signo comunista o independentista. La ocupación de Sicilia, precedida de una gran operación anfibia y aérea, fue llevada a cabo en un tiempo récord. Entre las claves de su éxito, ese pacto fáustico entre los aliados y la Cosa Nostra. ●