LOCURAS OCULTISTAS EN EL TERCER REICH
Jerarcas nazis, con Himmler a la cabeza, se dejaron seducir por el esoterismo y dieron pábulo a las teorías más delirantes
Pseudociencia, conspiranoias y fantasías esotéricas formaron parte también de las señas de identidad del nazismo. La mente estrafalaria de ciertos dirigentes se alimentó de las teorías más extrañas, en las que se mezclaban todo tipo de elementos pintorescos: gigantes, superpoderes, runas mágicas, objetos sagrados o continentes desaparecidos.
Tanta extravagancia sirvió para legitimar la creencia en una raza superior, la aria, supuestamente destinada a dominar el mundo. Este mito bebió de numerosas fuentes, entre ellas, la teosofía de madame Blavatsky, una escritora y viajera de origen ruso.
Los partidarios de este tipo de ideas quisieron darles una pátina científica mezclándolas con el darwinismo social; la eugenesia, que preconizaba que el mestizaje conllevaba la degeneración de las razas; o la frenología, que pretendía averiguar la personalidad de un individuo a partir de la forma de su cráneo. Entre los ocultistas que inspiraron al Tercer Reich encontramos personajes tan delirantes como el austríaco Guido von List, un escritor y adivino que quiso resucitar la religión pagana de los antiguos germánicos. Von List pensaba que solo los miembros de la raza aria debían tener derecho de ciudadanía. Un compatriota suyo, Von Liebenfels, fue aún más lejos, y propuso incinerar a los seres humanos considerados inferiores. En ese ambiente surgió la Sociedad Thule, una secta en la que encontramos a futuros nazis como Rudolf Hess o Alfred Rosenberg. Estos fanáticos supremacistas estaban convencidos de que en Thule, una tierra ártica, habían vivido los hiperbóreos, los míticos antepasados de los atlantes y de los arios. El régimen nazi siempre mantuvo una actitud ambivalente hacia lo sobrenatural. Desaprobaba la astrología, pero mostraba cierta tolerancia hacia el esoterismo “científico”. El gran aficionado a estos temas, en la cúpula del Tercer Reich, fue Heinrich Himmler, el patrocinador de la Ahnenerbe, un organismo encargado de rastrear los orígenes de la raza aria y demostrar que a ella se debían todos los grandes logros de la humanidad. Entre otras cosas, Himmler pidió a sus colaboradores que buscaran el martillo de Thor. Isabel Margarit, directora de historia y vida, y la periodista Ana Echeverría Arístegui nos recomiendan dos obras para ampliar nuestros conocimientos. La primera es la clásica Las oscuras raíces del nazismo, de Nicholas Goodrick-clarke, y la segunda, el álbum fotográfico Nazis en Barcelona.