Historia y Vida

Cartas de amor desde la guerra

La correspond­encia de Napoleón revela el enfriamien­to de su pasión

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“Habéis dejado de venir a ver a esta amiga que os quiere; la habéis abandonado por completo”. Estas palabras pertenecen a la primera carta conocida entre Napoleón y Josefina, una breve nota firmada por la viuda de Beauharnai­s (solo se conservan cinco misivas de Josefina), en la que le reclama atención al joven general. Después de casarse, será él quien busque desesperad­amente la atención de ella. Napoleón expresará su alegría y deseo cuando reciba noticias de su mujer –“Un beso en el corazón, y luego un poco más abajo, ¡mucho más abajo!”–, y su malestar cuando no le escriba o lo haga con desinterés: “¡Ah!, malvada. ¡Cómo has podido escribir esa carta! ¡Qué fría es!”. Él le pedirá constantem­ente que vaya a verlo a Italia –“Consigue unas alas, ven, ven”–, y ella pondrá mil excusas, entre ellas un supuesto embarazo: “Te imagino todo el rato con tu barriga; debes de estar encantador­a”. En vista de su escaso éxito, el corso clama: “Mil puñales atraviesan mi corazón; no los claves más adentro”; “Ya no me quieres. Solo me queda morir”.

No se conservan cartas de 1797 a mediados de 1800. En las siguientes misivas se nota un gran cambio. Las de Napoleón son breves y anodinas, sin rastro del apasionami­ento de las primeras. Las de Josefina, tiernas y agradecida­s: “Todas mis penas han desapareci­do al leer tu carta […]. Cómo te agradezco que te hayas ocupado tanto de tu Josefina”. La última carta la envió Napoleón una semana antes de la muerte de su exesposa: “Espero vuestras noticias en la isla de Elba; no me encuentro bien”.

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