Unidos en tiempos difíciles
La expresión “a la tercera va la vencida” puede ser algo más que un tópico. El duque de York, Alberto, futuro Jorge VI (1895-1952), pidió matrimonio en dos ocasiones a Isabel Bowes-lyon (1900-2002). Fue rechazado porque la aristócrata temía perder libertad personal por casarse con un miembro de la realeza. Sin embargo, al tercer intento le dio el ansiado “sí”. La pareja pasó por el altar hace cien años, el 26 de abril de 1923, en la abadía de Westminster. Suponía un enlace desigual, puesto que Isabel no era una princesa, sino “solo” la hija del conde de Strathmore. La monarquía daba con ello un paso democratizador, aunque fuera tímido.
En los años siguientes, la pareja reprodujo un modelo de familia tradicional consagrada al servicio público. Gracias a su simpatía desbordante, Isabel pasaría a ser conocida como la “duquesa sonriente”.
Todo cambió en 1936, cuando Eduardo VIII abdicó para convertir en su esposa a la divorciada Wallis Simpson. Su hermano, Jorge VI, era ahora el nuevo monarca, cargo que implicaba hablar en público. ¿Lograría vencer su tartamudez? La intervención de un célebre logopeda le ayudó a conseguirlo. Pero, muy pronto, el padre de la futura Isabel II tuvo que pasar por una prueba aún más difícil, producto de la Segunda Guerra Mundial.
En 1940, la aviación de la Alemania nazi no dejaba de bombardear Gran Bretaña y todo parecía muy incierto. Aun así, la reina se negó a buscar refugio en el extranjero, a pesar de las recomendaciones: “Las niñas no se van sin mí. Yo no voy a dejar al rey y el rey nunca se irá”. En la imagen de este mes, los monarcas aparecen en 1939, poco antes de la contienda, durante una visita a Canadá. Este hubiera sido el destino de los Windsor si, finalmente, se hubiera procedido a la evacuación.
Isabel Bowes-lyon quedó viuda a los cincuenta y un años. Vivió medio siglo más y fue, hasta su muerte, una de las royals con mayor índice de popularidad. ●