Hijos del mal
Hasta 1945 sus padres eran héroes. Afectuosos, “buenos alemanes” y todopoderosos. Personajes como Himmler, Göring, Bormann o Goebbels compatibilizaban sus altas responsabilidades en el régimen nazi con su idílica vida familiar. O lo que es lo mismo: la macabra coexistencia de estos dos extremos, como se refleja en La zona de interés, la última película de Jonathan Glazer. Tras la caída del Tercer Reich, estos líderes se convirtieron, a ojos del mundo, en verdugos de un sistema que había llevado a la muerte a millones de inocentes. Y fue también tras la derrota cuando la mayor parte de hijos de jerarcas nazis descubrieron el papel que habían desempeñado sus progenitores en aquel siniestro régimen. ¿Cómo se enfrentaron al peso de los apellidos? Hubo quien negó las acusaciones y dedicó su vida a defender la memoria de sus padres. En especial, las denominadas “princesas nazis”, hijas únicas, criadas con sólidas convicciones y en un ambiente de enorme privilegio, en el círculo íntimo de Hitler, como
Edda Göring, ahijada del Führer.
Sin embargo, la falta de empatía hacia las víctimas de los dirigentes nazis no fue siempre compartida por sus hijos. Algunos rechazaron su pasado familiar, condenándolo públicamente. En esta línea, el octogenario Niklas Frank odia tanto a su padre, el antiguo gobernador de la Polonia ocupada, como este odiaba a los judíos. También existen posturas ambiguas, como la de Martin Adolf Bormann, que condenó las atrocidades cometidas por el régimen nazi, pero no a su progenitor. De la adhesión plena al repudio sin excusas, todos son herederos de la infamia. ●
con Carlos Manuel I de Saboya, el Imperio español se aseguró la conexión entre sus territorios del norte y el sur, en un momento en el que Flandes amenazaba la estabilidad de la Corona.