Reverso del monte Rushmore
Después de un conflicto civil, cuando callan las armas, comienza la pugna por el relato. Eso fue lo que sucedió, por ejemplo, en Estados Unidos después de la guerra de Secesión (1861-1865). Los confederados, vencidos, se lanzaron a promover la idealización de su causa. Caroline Helen Plane, miembro fundadora de las Hijas Unidas de la Confederación, fue la gran artífice de un proyecto para levantar un monumento de homenaje a tres importantes figuras del Sur: el presidente Jefferson Davis y los militares Robert E. Lee y Stonewall Jackson. Plane se encargó de elegir al escultor, Gutzon Borglum (1867-1941), un hombre que pasaría a la historia por sus obras de tema heroico y patriótico. Las obras se iniciaron en 1916 en Stone Mountain (Georgia), sobre una montaña de granito. La construcción del monumento, lo que hoy denominaríamos un “lugar de memoria”, estuvo salpicada de obstáculos, en parte, por los problemas financieros derivados de la intervención norteamericana en la Primera Guerra Mundial. Finalmente, los trabajos se detuvieron. Borglum, siempre apasionado por el colosalismo, se embarcaría en otro conjunto monumental de significado opuesto: el monte Rushmore, un canto a la democracia estadounidense, en el que se contemplan las efigies de cuatro de los grandes presidentes del país. Por lo que respecta al gigantesco bajorrelieve de Stone Mountain, no se completaría hasta 1972. Hoy es el principal reclamo de un parque al que acuden las familias para comer al aire libre los días festivos. Como es fácil suponer, existe una notable polémica sobre qué hacer con una escultura que exalta a tres partidarios de un estado esclavista como era la Confederación. ¿Hay que destruir la obra o conservarla como una reliquia? En los últimos años, muchas ciudades han retirado estatuas, memoriales o placas que homenajean a partidarios de la esclavitud. No sin controversias, ya que se han producido demandas judiciales en sentido contrario.