2 Inmortalizar la agónica muerte
El yeso y las resinas sintéticas han “revivido” a las víctimas
Uno de los objetos que más cautiva a quienes visitan la ciudad son los calcos de yeso de las víctimas que perecieron durante la erupción. Los últimos momentos de sufrimiento y el trágico final de algunos pompeyanos fueron captados, por primera vez, en febrero de 1863, gracias a Giuseppe Fiorelli. Pero su descubrimiento no fue del todo novedoso. Ya desde las primeras excavaciones en la ciudad, los arqueólogos se cercioraron de la existencia de huecos en la ceniza solidificada que había cubierto restos orgánicos. Así, en los años previos, se pudieron recuperar algunos calcos de puertas o ventanas, que fueron reproducidos en distintas partes de la ciudad. Sin embargo, el 3 de febrero de 1863 se hallaron los restos de cuatro individuos. Habían encontrado su muerte intentando huir de la ciudad, cerca de las termas Estabianas, cuando la erupción había casi enterrado Pompeya. Sus cuerpos fueron encontrados a unos cinco metros de altura sobre el nivel de la calle, lo que demuestra que pasaron horas refugiados desde el inicio de la erupción hasta que intentaron huir. La descomposición de sus tejidos blandos hizo que se conservara la forma de los cuerpos. Inyectando yeso en la oquedad, Giuseppe Fiorelli logró obtener el primer calco de una de las víctimas de la erupción. Tras anunciar su hallazgo el 15 de febrero de aquel año, en Pompeya se han realizado hasta 103 de estos calcos, sustituyendo en un cierto momento el yeso por resinas sintéticas. Las nuevas tecnologías han permitido obtener datos sobre las vestimentas, los segundos previos a su muerte, e incluso sobre la edad, hábitos alimenticios y las enfermedades de los cuerpos que contienen. ●