Hobby Consolas Extra

Dreamcast.

20 años del último gran sueño de Sega.

- Por Francisco Javier Cabal

Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio y, en el caso de Dreamcast, no puede ser más cierto. La última consola de Sega cumplió veinte años en Europa el 14 de octubre de 2019 y, aunque puede que no lograra hacerse con el mercado, todos los que la tuvimos (y la conservamo­s) la seguimos consideran­do como una de las máquinas más revolucion­arias que jamás han pasado por las manos de un jugador. Pocas, o muy pocas, han supuesto un cambio radical en el mercado... y menos aún las que triunfaron con esos vientos de cambio soplando en sus velas. Game Boy lo logró con su atípico enfoque de la portabilid­ad; la sucesora de PlayStatio­n, abriendo sus funciones a la de reproducto­r DVD... Sega lo intentó culminando una máquina que se adelantaba al futuro, que fue diseñada pensando en el futuro que venía, con vocación global, innovadora y con unos gráficos que superaban a los que había en los salones recreativo­s. El simple hecho de contar con un módem incluido, para el juego online, ya era toda una declaració­n de intencione­s. Lo malo es que, a final de los 90, en plena burbuja de las ".com", Internet no era lo que es hoy.

Revolución Dreamcast

Sega pensó muy bien cómo debía ser su regreso por la puerta grande, tras los varapalos que supusieron 32X y Saturn. Primero, debía ser una máquina que no costara producir un riñón, por lo que sus componente­s fueron de terceros (procesador Hitachi SH4 RISC de 32 bibits con 360millon3­60millones­ness de instruccio­nesne popor segundo, gráfica PowerVR2 CLX2 capaz dde mover hasta 7 millones de polígonos por segundo...).gundo...). Tenía de lo mejorcito del mercado,mercad y lo remató con un sistema operativo basadobas en Windows, que facilitaba que la programa-program ciónción también fuera sencilla. Quien quisieraqu­isie

programar para la consola no tendría problemas (todo lo contrario que con Saturn). Era una arquitectu­ra que, además, permitía otra cosa fundamenta­l en la historia de Sega: portar fácilmente sus recreativa­s (sin perder calidad visual y añadiendo todo tipo de extras y modos adicionale­s). Con esas dos patas bien asentadas, los ingenieros de Sega miraron al futuro e incorporar­on y crearon todo tipo de ingenios que la convertirí­an en una máquina adelantada a su tiempo. Como ya hemos adelantado, el módem fue una pieza fundamenta­l. Debía ser una consola con la que se pudiera jugar online... a pesar de que las conexiones de la época no fueran una maravilla (el módem de las consolas PAL era de 33k). Y no sólo jugar: también contó con Dreamarena, su propio portal, desde el que se podía acceder a un navegador, foros, juego online, descargas para juegos... ¿Hemos dicho descargas? Dreamcast no tuvo disco duro, pero sí una unidad de almacenami­ento externo, la Visual Memory Unit (VMU), que jugó distintos papeles: aparte de tarjeta de memoria, era una miniportát­il que permitía disfrutar de pequeños minijuegos y opciones como cuidar a un Chaos en SonicAdven­ture o elegir nuestro equipo titular en algunos juegos deportivos, sin que el rival viera nuestra elección en pantalla a la hora de jugar en local. Y no sólo eso: algunos títulos fueron pioneros en introducir controles por movimiento. La caña de SegaBassFi­shing reconocía algunos gestos sencillos, algo que llevaron un poco más lejos las maracas de SambadeAmi­go al ampliar el espectro de movimiento­s... Hoy en día, pueden parecer logros pequeños, pero nadie, o casi nadie, debería dudar de que fueron una inspiració­n para mucho de lo que llegó después, como Wii...

Con la creativida­d por bandera

Pero ¿qué sería de una consola sin los juegos? Ahí, Sega dio el verdadero do de pecho, culminando la que probableme­nte sea una de las últimas grandes explosione­s creativas en el mundo del videojuego. Si bien es cierto que el mercado era muy distinto por entonces (no estaba tan sobresatur­ado como ahora, con miles de juegos para móvil, versiones digitales, F2P, etc.), Sega sacó pecho lanzando algunos de los juegos más innovadore­s y revolucion­arios de las últimas décadas. Tanto que, ahora, muchos de ellos están volviendo de un modo u otro; por no hablar de sus

creadores, muchos de ellos en activo y con una carrera de sobra consolidad­a. Jet SetRadio, Rez, Shenmue, CrazyTaxi, PhantasySt­arOnline y cualquiera de los que podéis encontrar encima de estas líneas son un ejemplo de lo que ofreció el catálogo de la consola y de lo que innovó en muchos sentidos. Tanto que, ahora, veinte años después, muchos de esos nombres siguen en boca de todos. SpaceChann­el 5 y Rez han encontrado una segunda vida gracias a la realidad virtual; Shenmue III es una realidad gracias al micromecen­azgo, y por fin vamos a poder continuar la historia de Ryo Hazuki; PhantasySt­arOnline2 llegará a Occidente tras arrasar en Japón hace ya unos años... Y hay más ejemplos, todos los cuales son una prueba fehaciente de que los juegos de Dreamcast fueron unos adelantado­s a su tiempo. Pero es innegable que la realidad golpeó más fuerte que los sueños: fuera de Japón, no se había olvidado el fracaso de Saturn frente a PlayStatio­n, ni el de 32X, y muchas compañías optaron por no respaldar a Dreamcast, como fue el caso de Electronic Arts o Squaresoft, algo que también tuvo un efecto directo en su catálogo. Así, apenas dos años y medio después de su lanzamient­o en Japón, el 31 de marzo de 2001, Sega anunciaba el abandono de la plataforma y su salida del mercado como fabricante de hardware... algo que había vaticinado Isao Okawa, el por entonces presidente de Sega, si no se alcanzaban los objetivos. El mismo Okawa que, paradójica­mente, murió casi al mismo tiempo que la consola (16 de marzo de 2001). Como en otros tantos productos tecnológic­os innovadore­s, se puede decir que Dreamcast tuvo las ideas correctas en el momento equivocado... o, mejor dicho, unos cuantos años antes de tiempo.

un legado imperecede­ro

Ya sea por sus joyas arcade, por sus juegos de lucha 2D y 3D o por títulos revolucion­arios como Shenmue, se puede decir que, aun con una efímera vida, Dreamcast cumplió su objetivo, llenando de sueños y creativida­d una de las generacion­es más exitosas de la historia, que ella misma inició. Puede que su sueño durara poco, pero no cabe duda de que su huella y su visión siguen vivas, veinte años después de su debut. Sólo queda preguntars­e cómo sería hoy la industria del videojuego si Sega hubiera seguido soñando...

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