Castlevania The New Generation.
Una maravilla a reivindicar.
En marzo de 2019, se cumplieron veinticinco años del debut de Castlevania en Mega Drive, un cartucho que no obtuvo en su día todo el reconocimiento que merecía, ni por parte de la prensa ni del público, pero al que el tiempo ha sabido colocar entre las mejores entregas de la saga de Konami.
Conocida en Japón como Akumajo Dracula: Vampire Killer, en EE.UU. como Castlevania: Bloodlines y en Europa como Castlevania: The New Generation, esta entrega dio un descanso a la familia Belmont en su eterna lucha contra Drácula para ceder el testigo a dos nuevos personajes. El mítico látigo Vampire Killer recayó en las manos de John Morris (el hijo de Quincy Morris, uno de los personajes del libro de Bram Stoker), mientras que su amigo, el segoviano Eric Lecarde, contaba con una letal alabarda, bautizada como Alcarde Spear. Tras elegir entre uno de los personajes, el jugador afrontaba seis emocionantes niveles repartidos por Europa (Rumanía, Grecia, Italia, Alemania, Francia e Inglaterra), en los albores de la Primera Guerra Mundial. Aunque, por supuesto, Drácula hacía acto de presencia en el combate final, el villano principal del cartucho de MD era Elizabeth Bartley, una hechicera inspirada en Erzsébet Báthory, la "condesa sangrienta".
Un cartucho repleto de sorpresas
Uno de los aspectos que más críticas suscitaron en su momento fueron los gráficos, y más concretamente el pequeño tamaño de los sprites, en la línea de las entregas de
NES. Konami venía de firmar dos espectáculos colosales llamados SuperCastlevania IV (SNES) y RondoofBlood (PC Engine), y muchos vieron en este debut en MD un retroceso, sin valorar el gran esfuerzo de los grafistas y programadores a la hora de implementar detalles geniales, como rotaciones y otros efectos visuales muy complicados de ejecutar sobre el hardware de Sega (y hasta entonces sólo al alcance de los genios de Treasure, antiguos miembros de Konami). La música, compuesta por la mismísima Michiru Yamane (quien años más tarde firmaría las melodías de Symphonyofthe Night), era igualmente soberbia. Pero, sin duda, lo mejor del cartucho era su rejugabilidad, ya que era posible tomar diversas rutas a lo largo del juego, dependiendo del personaje elegido al principio de la aventura. John podía sortear abismos enganchando el látigo al techo, mientras que Eric podía usar la alabarda como una pértiga, con la que impulsarse verticalmente hasta zonas inalcanzables para Morris. Castlevania:TheNewGeneration era tan implacable como sus predecesores, con algunas fases realmente diabólicas (especialmente cierta parte de Versalles donde la pantalla se fragmentaba), todo ello aliñado con el bestiario habitual de la saga: esqueletos, zombis, las irritantes cabezas de Medusa y jefazos clásicos como el Monstruo de Frankenstein. Si fuiste de los que apostaron por este juego desde el principio, enhorabuena, porque hoy en día tiene un precio más que notable en el mercado coleccionista.
LA MÚSICA FUE OBRA DE MICHIRU YAMANE, QUIEN LUEGO FIRMARÍA LA DE SYMPHONY OF THE NIGHT