Hobby Consolas

Con Breath Of The Wild, no hace falta half-life

- Por Borja Abadíe @Borjaabadi­e

Tengo un vicio con el último Zelda que no es ni medio normal. Todo empezó cuando, para intentar cruzar entre dos acantilado­s imposibles de superar con un salto, se me ocurrió talar un árbol y usarlo como puente. Ahí, me enamoré irremediab­lemente de Breathof thewild. Al ir avanzando, obteniendo nuevas habilidade­s y más objetos, el amor no ha hecho más que crecer, llegando a niveles que no sentía desde hace muchos años. Pensándolo fríamente, he descubiert­o el porqué.

Todo, en las últimas aventuras de Link, gira en torno al motor de físicas. Disponemos de múltiples herramient­as que moldean el universo de juego y tenemos la libertad de encarar cada nuevo desafío de formas muy diferentes. Y hablo de verdadera libertad: de libertad jugable, y no de explorar o de escoger líneas de diálogo. Simplement­e, nos sueltan en un escenario gigantesco y nos dan los juguetes necesarios para hacer lo que nos dé la gana. Es, y ya lo comentaba en otro blog, lo que denominamo­s un verdadero sandbox. Revolviend­o en la memoria, sólo he encontrado un caso similar en los últimos tiempos: Half-life2. La mítica obra de Valve también tenía como principale­s protagonis­tas el diseño de niveles y el motor de físicas. La pistola de gravedad ofrecía una libertad que iba mucho más allá de lo espectacul­ar que resultaba en lo técnico para la época. La ecuación, en ambos casos, no funcionarí­a del todo si nos llevasen de la mano a todas partes con decenas de tutoriales. Nadie nos dice nada y, como debe ser, descubrimo­s las cosas jugando, en el sentido más amplio de la palabra. ¿ Zelda, GOTY 2017? Sin duda.

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