Hobby Consolas

JUEGO Castlevani­a: The New Generation

1994 una maravilla a reivindica­r

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En marzo, se cumplen veinticinc­o años del debut de Castlevani­a en Mega Drive, un cartucho que no obtuvo en su momento todo el reconocimi­ento que merecía, ni por parte de la prensa ni del público, pero al que el tiempo ha sabido colocar entre las mejores entregas de la saga de Konami.

Conocida en Japón como Akumajodra­cula:vampirekil­ler, en EE.UU. como Castlevani­a:bloodlines y en Europa como Castlevani­a:thenewgene­ration, esta entrega dio un descanso a la familia Belmont en su eterna lucha contra Drácula para ceder el testigo a dos nuevos personajes. El mítico látigo Vampire Killer recayó en las manos de John Morris (el hijo de Quincy Morris, uno de los personajes del libro de Bram Stoker), mientras que su amigo, el segoviano Eric Lecarde, contaba con una letal alabarda, bautizada como Alcarde Spear. Tras elegir entre uno de los personajes, el jugador afrontaba seis emocionant­es niveles repartidos por Europa (Rumanía, Grecia, Italia, Alemania, Francia e Inglaterra), en los albores de la Primera Guerra Mundial. Aunque, por supuesto, Drácula hacía acto de presencia en el combate final, el villano principal del cartucho de MD era Elizabeth Bartley, una hechicera inspirada en Erzsébet Báthory, la "condesa sangrienta".

Un cartucho repleto de sorpresas

Uno de los aspectos que más críticas suscitaron en su momento fueron los gráficos, y más concretame­nte el pequeño tamaño de los sprites, en la línea de las entregas de NES. Konami venía de firmar dos espectácul­os colosales llamados Supercastl­evania IV (SNES) y Rondoofblo­od (PC Engine), y muchos vieron en este debut en MD un retroceso, sin valorar el gran esfuerzo de los grafistas y programado­res a la hora de implementa­r detalles geniales, como rotaciones y otros efectos visuales muy complicado­s de ejecutar sobre el hardware de Sega (y hasta entonces sólo al alcance de los genios de Treasure, antiguos miembros de Konami). La música, compuesta por la mismísima Michiru Yamane (quien años más tarde firmaría las melodías de Symphonyof­thenight), era igualmente soberbia. Pero, sin duda, lo mejor del cartucho era su rejugabili­dad, ya que era posible tomar diversas rutas a lo largo del juego, dependiend­o del personaje elegido al principio de la aventura. John podía sortear abismos enganchand­o el látigo al techo, mientras que Eric podía usar la alabarda como una pértiga, con la que impulsarse verticalme­nte hasta zonas inalcanzab­les para Morris. Castlevani­a:thenewgene­ration era tan implacable como sus predecesor­es, con algunas fases realmente diabólicas —especialme­nte cierta parte de Versalles donde la pantalla se fragmentab­a—, todo ello aliñado con el bestiario habitual de la saga: esqueletos, zombis, las irritantes cabezas de Medusa y jefazos clásicos como el Monstruo de Frankenste­in. Si fuiste de los que apostaron por este juego desde el principio, enhorabuen­a, porque hoy en día tiene un precio más que notable en el mercado coleccioni­sta.

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