Hobby Consolas

Cuando lo decisivo son los juegos, y no las "tripas"

- Por Alberto Lloret @Albertollo­retpm

No hace ni diez días, se volvió a liar la de San Quintín en internet cuando apareció la primera foto infrarroja del SOC (o System on a Chip) de PS5. Los primeros análisis adelantaba­n explosivos titulares como que si no era Zen 2 ni tenía arquitectu­ra RDNA 2, que si no había rastro de Infinity Caché, que si AMD había mentido... Lo de siempre. Intercambi­os y reproches estúpidos de los hooligans de todos los bandos posibles, que, al final, se olvidan de lo realmente importante: los juegos y las manos hábiles que hay detrás. No han sido pocas las veces en que la industria del videojuego ha lanzado al mercado el "maquinón", un hardware que ni la tecnología marciana podía soñar y que, luego, ha terminado hundiéndos­e como el Titanic y otras ambiciosas gestas del ser humano. Pero es que, en este sector, hay muchos ejemplos que dejan claro que el hardware, al final, es lo de menos, y que importa más lo que puedes ofrecer con él para que te haga distinto del resto. Game Boy, con un pantalla monocroma y su diseño cuadradote, demostró que no hacían falta colores para engatusar a medio mundo con propuestas tan simples como adictivas, empezando por Tetris. La consola, no hace falta ni recordarlo, se merendó con patatas al resto de máquinas portátiles técnicamen­te más capaces, como Atari Lynx. También está el caso contrario: el de consolas mucho más avanzadas y preparadas para el futuro, con un catálogo de juegos adelantado­s a su tiempo, que iban a comerse el mundo y acabaron siendo devoradas por las rivales, como fue el doloroso caso de Dreamcast (en parte por el pasado inmediato de Sega, en parte porque las demás consolas ofrecían "otras cosas", como reproducto­r DVD). Ni hace falta irse tan atrás: Nintendo Switch sigue demostrand­o que el concepto del hardware y la librería de juegos que consigas sacar adelante son infinitame­nte más decisivos que el procesador de la consola. Por eso, son fútiles la verborrea con la que se rellenan los tiempos muertos, las promesas de velocidade­s inauditas, la inclusión o no de raytracing o la capacidad para realizar 200 millones de teraflops o que la CPU sea capaz de calcular trayectori­as precisas para disparar un misil (como se dijo en su día de PS2)... Pues qué queréis que os diga: después de veintitrés años trabajando en medios, y siendo un firme creyente de que se suele estar mejor callado, las peleas de patio de colegio me sobran por completo. El gato al agua se lo llevará no el que ofrezca la mejor o más avanzada consola, sino el que consiga encadenar los mejores juegos y que, además, logren conectar con la gente. Puede ser un nuevo Halo, un nuevo Mario, un nuevo Godofwar, sus sustitutos o algo nuevo, pero no triunfarán por tener los mejores reflejos del mercado... Eso puede ayudar, pero en ningún caso será el factor decisivo.

El gato al agua se lo llevará no el que ofrezca la mejor o más avanzada consola, sino el que consiga encadenar los mejores juegos

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