Alex Kidd in Miracle World DX
El regreso del clásico de Master system
Uno de los juegos más queridos de Master System (y, con él, la primera mascota de Sega antes de la llegada de Sonic) regresa, 35 años después, con un cuidado remake hecho en España.
El juego se ha puesto a la venta, además de en digital, en una edición física con manual (como era la norma en los 90) y un bonito llavero. En esencia, Alexkiddinmiracleworlddx es el mismo juego que tantas horas nos robó a finales de los 80, pero con numerosos cambios. El más evidente es el visual, pues se ha usado un aspecto cartoon muy animado, gracias a la dirección artística de Héctor Toro. Tanto Alex como los enemigos tienen un precioso aspecto de pixel art, colorido y simpático, mientras que el entorno se llena de vida con cascadas de fondo, efectos atmosféricos, explosiones con onomatopeyas cuando damos puñetazos... Nada de esto estaba en el juego original, algo que podemos comprobar con solo pulsar un botón y pasar automáticamente a los gráficos y la música originales de Master System. Al hacerlo, es inevitable pensar "¡ay, con qué poco nos bastaba entonces!".
Reconstruyendo un mito
La música también ha sido remezclada y reimaginada para la ocasión por José Ramón García, pero las melodías originales son claramente identificables. Hay muchos otros cambios, como la posibilidad de continuar aunque perdamos todas las vidas, la opción de activar vidas infinitas o el guardado automático. Todo esto contribuye a hacer un poco, solo un poco, más fácil la experiencia de un juego cuya dificultad es, a veces, estratosférica.
El desarrollo es el propio de un juego de saltos de 8 bits, con fosas llenas de pinchos, enemigos guardando las plataformas más apetecibles y los pertinentes jefes finales. Como recordaréis, a algunos de estos jefes se los derrotaba a base de puñetazos, pero otros se basaban en el clásico juego de piedrapapel-tijera. Antes de que acabe la música, hay que elegir qué "figura" sacar y, si vencemos dos veces a la del rival,
ES un precioso y cuidado homenaje a nuestra infancia consolera, con una dificultad Endiablada
ganamos. Si no, perdemos una vida. Hay patrones que podemos aprender, pero, a las primeras de cambio, vais a "palmar" muchas veces... El principal problema es que la dificultad alcanza picos que más de uno considerará injustos y hasta frustrantes. Hay saltos que tenemos que medir al milímetro mientras tenemos cuidado con la ligera inercia del personaje. Además, los puñetazos tienen un alcance mínimo, por lo que hemos de golpear con una mezcla de puntería y suerte a algunos enemigos que se mueven de forma muy complicada de alcanzar (¡esos peces y esos murciélagos!). Y ojo, porque, con un leve toque, perdemos una vida...
El resultado de todo esto es que, casi desde el primer minuto, nos encontramos con un juego de dificultad endiablada, al que hay que sumar bloques de ítems aleatorios de los que puede brotar un fantasma que nos persiga para darnos caza... Es un juego propio de su época, que muestra algunos diseños de niveles y desafíos innecesariamente complicados. No es culpa del remake: es que el juego ya era así de puñetero, si bien la nostalgia lo dulcifica todo.
Sin perder la esencia
Además, hay pequeños momentos de diálogos con personajes, se han incorporado fases extra, tenemos un menú de pausa para ver los objetos especiales conseguidos... Todo, desde la bufanda al viento de Alex hasta la posibilidad de hacer que se tome tortilla de patata al acabar el nivel, hacen de esta renovación un trabajo excelente de nostalgia, saber hacer y buen humor.
El problema está en que quizá, solo quizá, el juego original no era tan bueno como nosotros teníamos en la cabeza. Tenía grandes virtudes, sí, pero no estaba tan bien equilibrado como un Mario o un Sonic. Algunos pueden creer, por su gráficos monos, que es un juego que hasta un niño podría superar... pero acabarán estrellando el mando contra el suelo de desesperación.
En conjunto, es un precioso y cuidado homenaje a nuestra infancia consolera (en especial, de los "segueros"), pero, como juego, tiene algunas carencias que no todos sabrán pasar por alto.