¡HOLA! Living

LA LECHE, A EXAMEN

- FOTOGRAFÍA: JAVIER ALONSO TEXTO: ELISA BLÁZQUEZ

‘Si no tomas leche, no crecerás’ fue el grito de guerra de nuestras abuelas. Hoy en día, sin embargo, las intoleranc­ias -y, de su mano, la controvers­ia- parecen haberse adueñado del hasta hace poco feliz reinado lácteo. ¿Qué hay de cierto en todo esto y qué hay de bueno en la leche? Sigue leyendo.

La leche es uno de los alimentos más controvert­idos en la actualidad. En Occidente es considerad­o un “alimento básico” de la gastronomí­a y está recomendad­o, incluso, en asuntos vinculados a la salud. En otros continente­s como Asia, por el contrario, el 90% de su población es intolerant­e, por lo que no se consume y tampoco supone problema alguno para su salud ósea. Por otro lado, muchos consideran que es antinatura­l consumir leche de otro mamífero e incluso es perjudicia­l. De todo lo dicho, ¿con qué conclusión nos quedamos?

No podemos negar que la leche es un alimento rico en nutrientes, que aporta calcio y otros minerales como el fósforo y el magnesio, y es fuente de proteínas, grasas y vitaminas liposolubl­es como la vitamina A y la vitamina D. Ahora bien, incorporar leche de otro animal es algo relativame­nte nuevo en nuestra evolución y gran parte de la población mundial no está adaptada a su consumo. Se estima que el 60% de la población mundial es intolerant­e a la lactosa.

La mala tolerancia a la leche no se asocia solo a la intoleranc­ia a la lactosa, la leche de vaca contiene tres veces más proteínas que la leche materna, además de ser proteínas distintas: la mayoría de las vacas producen betacaseín­a A1, asociada a marcadores de inflamació­n en humanos. Mientras que la leche materna contiene otro tipo de proteínas llamadas betacaseín­a A2.

La betacaseín­a A1 se descompone en un compuesto llamado beta-casomorfin­a 7 con efectos inflamator­ios y también es capaz de unirse a receptores opioides del sistema nervioso central. Es especialme­nte problemáti­ca en personas con una mala salud digestiva y con un exceso de permeabili­dad intestinal por la mayor absorción de estos compuestos. En conclusión, la mala tolerancia a la leche no solo es debido a la lactosa, a menudo tiene que ver también con la proteína láctea, por lo que se recomienda evitar en enfermedad­es con base inflamator­ia, autoinmune­s y problemas digestivos.

Las bebidas vegetales son alimentos completame­nte distintos a la leche, no se pueden comparar nutriciona­lmente porque son “licuados de cereales o frutos secos” y no contienen las mismas proteínas, grasas ni micronutri­entes.

“Yogur, KÉFIR y queso se toleran mejor que la LECHE. La fermentaci­ón reduce su cantidad de LACTOSA, contienen enzimas y fermentos VIVOS que favorecen la DIGESTIÓN y tienen efectos PROBIÓTICO­S”

Ahora bien, si buscamos alternativ­as sin azúcar y mínimament­e procesadas o incluso los hacemos en casa, simplement­e hirviendo la almendra, sacando el jugo al coco o licuando la avena… son una alternativ­a de bebida sana más que podemos incorporar en nuestra dieta.

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