AL BAÑO, EN SU JUSTA MEDIDA
Algunos expertos llevan tiempo afirmando que la higiene excesiva puede tener relación con el aumento estadístico de las enfermedades alérgicas, y de algunas infecciosas. Ya en los años 80, el epidemiólogo D.P. Strachan publicó en el British Medical Journal que, en el mundo moderno ultradesinfectado, la falta de exposición a bacterias, virus y alérgenos impide un desarrollo normal de nuestro sistema inmunológico, y que demasiada limpieza puede dar origen a un exceso de alergias, asma, enfermedades inflamatorias y autoinmunes. Es decir, nuestro sistema inmunológico necesita estímulos para funcionar de forma adecuada y, cuando no los tiene, estas patologías aumentan. Para corroborar esto último, en otro estudio sobre la prevalencia del asma, en diferentes países del mundo, se revela que los países más ricos -y por tanto con mayor nivel de higiene- tienen 50 veces más casos de asma, rinoconjuntivitis y eczema, que los países menos desarrollados.
Igualmente ha sucedido con microorganismos como las bacterias, que pueden ser nocivas, pero también beneficiosas. Si actuamos sobre ellas de forma indiscriminada con la limpieza excesiva, esta afectará tanto a unas como a otras, y nuestro sistema inmunológico se verá afectado por la falta de contacto con ellas. ¡ATENCIÓN CON LA SUCIEDAD! La suciedad nunca es recomendable, pero sí es necesario que el niño tenga contacto con determinada cantidad de microorganismos y otras sustancias en pequeñas dosis, para que su sistema inmunitario pueda fabricar anticuerpos y llegue a la edad adulta con un sistema inmune competente, ante los alérgenos y microorganismos con los que conviva. Hoy, muchos dermatólogos discuten acerca de la higiene excesiva de la piel. Los casos de atopia cutánea aumentan y ellos suelen recomendar la ducha en días alternos, para permitir que los mecanismos defensivos de la piel la protejan (Ph, sudor, glándulas sebáceas, manto hidrolipídico).