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La otra cara de la Costa Cálida MURCIA Del cabo Tiñoso a Cuatro Calas

- Texto: Noelia Ferreiro

Paraíso de buceadores y de senderista­s, el agreste territorio que se extiende por la costa meridional murciana, entre el cabo Tiñoso y Cuatro Calas, atesora recónditas playas vírgenes, cobijadas bajo paredes de roca que, en ocasiones, dibujan formas imposibles. Un paisaje solitario donde la naturaleza se mantiene impoluta a pocos pasos de los animados centros del turismo de sol y playa.

MURCIA TIENE UNA FRANJA de litoral que custodia calas intactas, resguardad­as por sierras semiáridas, donde el agua registra una temperatur­a superior a la del resto de la costa. Un tramo en el que la naturaleza se ha impuesto al desarrollo, exhibiendo las formas que el mar ha dado a la línea de acantilado­s, y la arena dorada contrasta con el tono rojizo de las rocas. Del cabo Tiñoso hacia el límite con Almería, aguarda un territorio que esconde espacios protegidos en los que bañarse sin edificios a la vista, formacione­s geológicas que conforman una ciudad encantada y pequeños núcleos de población con interesant­es huellas de civilizaci­ones perdidas y un animado ritmo de vida.

Comenzamos la ruta ejercitand­o las piernas en pleno espacio natural de la Sierra de la Muela, Cabo Tiñoso y Roldán, que debe a su pasado militar la conservaci­ón intacta de su entorno. Bastarán unos kilómetros de caminata, al paso de la imponente batería de Castillito­s, para que la costa se abra abruptamen­te con la mejor panorámica del litoral murciano: al frente, el pequeño islote de Las Palomas, y bajo las paredes escarpadas, un rosario de playas (El Portús, Aguilar, Bolete, Salitrona…), cuyos fondos son una meca para los buceadores. Casi sin darnos cuenta, la carretera conduce al recoleto puerto pesquero de La Azohía, unido por una senda peatonal a la diminuta pedanía de Isla Plana. Aquí no solo encontramo­s los restos de las antiguas termas romanas del Baño de la Marrana, también un conjunto de terracitas al final del paseo marítimo, ideales para tomar un aperitivo.

Llegamos a Mazarrón, donde también los romanos establecie­ron una fábrica de salazón en la que elaboraban garum, la salsa de pescado que servía para potenciar el sabor. Descubiert­a en los años 70 del pasado siglo junto al muelle pesquero, hoy se visita en el llamado Museo Arqueológi­co y Factoría Romana de Salazones, como también el Centro de Interpreta­ción del Barco Fenicio, una de las embarcacio­nes más antiguas halladas en el Mediterrán­eo.

MÁS ALLÁ DE SU CASCO URBANO, Mazarrón es un municipio con 32 playas para todos los gustos. Y aunque algunas como Cala Bahía o Cala Desnuda gozan de un bonito entorno, es imprescind­ible acercarse hasta las llamadas Gredas de Bolnuevo, el impactante paisaje donde la erosión ha tallado extrañas figuras en la roca. Una suerte de Capadocia murciana designada monumento de interés natural.

El viaje avanza, entre ramblas desérticas e infinitos invernader­os, bordeando la inmensa bahía. Aparece entonces el Parque Natural de Calnegre, posiblemen­te el tramo de costa más virgen de toda la región. Un rosario de calas resguardad­as por paredes de pizarra que le otorgan al paisaje una coloración oscura.

EN CALNEGRE LO QUE ENCONTRAMO­S es monte tapizado de rala vegetación que se adapta a la sequedad de estas tierras, acantilado­s que se precipitan al mar y dunas fósiles que son el hábitat de la tortuga mora. También el pequeño poblado de Puntas de Calnegre, con sus blancas casitas a pocos pasos del agua. Pero, sobre todo, encontramo­s rincones donde el bañista más exigente puede sentirse en el paraíso: Calnegre, Baño de las Mujeres, Siscal, Calahonda…, y, para muchos, la más bonita, Percheles, con su forma de media luna y su línea de palmeras en la orilla. La arena es tan fina y el agua tan cristalina que trae reminiscen­cias a exóticas latitudes.

Dejamos atrás el cabo Cope, después de recorrer un sendero natural que nace junto a una atalaya, y partimos hacia el paisaje protegido de Cuatro Calas, ya en la localidad de Águilas. Calarreona, La Higuerica, La Carolina y Los Cocedores, con un mar cristalino encajado entre extraños relieves, son una muestra del vulcanismo del sureste de la península y un reducto del Mediterrán­eo más virgen.

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 ??  ?? Erosiones de Bolnuevo, un mágico y peculiar paisaje en la bahía de Mazarrón donde la arenisca ha sido modelada de forma caprichosa por el viento y el agua a lo largo de millones de años. A la izquierda, surfistas en Cala Bahía.
Erosiones de Bolnuevo, un mágico y peculiar paisaje en la bahía de Mazarrón donde la arenisca ha sido modelada de forma caprichosa por el viento y el agua a lo largo de millones de años. A la izquierda, surfistas en Cala Bahía.
 ??  ?? La batería de Castillito­s, construida imitando un castillo medieval en el cabo Tiñoso, protegía la entrada a la bahía de Cartagena junto a su gemela, la de Cenizas, en el cabo Negrete.
La batería de Castillito­s, construida imitando un castillo medieval en el cabo Tiñoso, protegía la entrada a la bahía de Cartagena junto a su gemela, la de Cenizas, en el cabo Negrete.

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