¡HOLA! Viajes

La atalaya del Mediterrán­eo MALLORCA Sierra de Tramontana

- Texto: Daniel Manzano/Elena Delgado

Al norte de Mallorca se levanta, imponente, la sierra de Tramontana, espina dorsal de la isla mayor de las Baleares. Un entorno natural de encinas, pinos y olivos centenario­s asomados al azul del Mediterrán­eo. Salpicada de pueblos, miradores, acantilado­s y playas entre Andratx y Formentor, sus cumbres frenan el viento que da nombre a este enclave Patrimonio de la Humanidad.

RECORRER LA SIERRA de Tramontana es recorrer la historia, las leyendas, la naturaleza y la parte más agreste de la isla de Mallorca. La carretera Ma-10 parte de Andratx y se pierde en la montaña que serpentea y se retuerce por los valles rocosos de su vertiente occidental, camino de Formentor. El recorrido hay que tomárselo con calma, sin prisa, disfrutand­o del entorno y teniendo cuidado con los ciclistas que la frecuentan. Enseguida divisamos el mar, que nos acompañará durante buena parte del itinerario. A media hora de camino aparece Estellencs, el pueblo con menos habitantes de Mallorca, y su cala de roca, a la que es mejor acercarse a pie. La Torre del Verger (o Sa Torreta),

antes de llegar a Banyalbufa­r, sigue con su función de atalaya desde 1579. En otro tiempo alertaba del ataque de los piratas, ahora ofrece una de las vistas más impresiona­ntes y completas de la sierra de Tramontana.

BANYALBUFA­R, que desciende hasta el mar en terrazas, como si de una escalinata se tratara, termina en otra cala de roca. Y luego, Valldemoss­a, un precioso pueblo diseminado en pleno valle, donde perdernos por sus estrechas callejuela­s de piedra, bellamente adornadas de macetas, y sus casas con contravent­anas de colores. Imprescind­ible también parar a tomar coca de patata y horchata de almendras, respirar y adivinar por qué visitaron estas tierras tiempo atrás viajeros como el archiduque Luis Salvador de Austria, su prima la emperatriz Sisi, George Sand o Frédéric Chopin, entre otros muchos.

La ruta vuelve a serpentear camino de Deià, con los troncos de los olivos retorcidos por el viento y el azul del mar acompañánd­onos. Podemos hacer un alto y visitar la finca de Son Marroig, donde vivió el archiduque, y desde donde sale el camino hasta Sa Foradada, una pequeña península rematada con una gran roca, con su centro perforado por la erosión del viento. En Deià, además de bajar hasta su cala, hay que recorrer sus coquetas calles empedradas, camino de la iglesia de San Juan Bautista, y admirar las vistas desde el camposanto.

La siguiente parada es Sóller, conocida por el centenario tren de madera que la une con Palma. Es una ciudad modernista, tal y como lo atestiguan las fachadas del ayuntamien­to, de la iglesia de San Bartolomé o del museo de Can Prunera, donde resulta recomendab­le coger el tranvía para recorrer los cuatro kilómetros que separan Sóller del puerto marítimo y retroceder en el tiempo, rodeados de naranjos y limoneros.

ENTRE SÓLLER Y EL PUIG MAYOR (1445 metros), la cumbre de Mallorca, está el valle donde aparece Fornalutx, otro pueblo encantador de montaña, con calles estrechas adoquinada­s, casas de piedra anaranjada y en medio de un paisaje fascinante. Los embalses de Cúber y Gorg Blau preceden al santuario de Lluc, desde el que es fácil divisar el vuelo majestuoso del buitre negro. En la costa espera la zigzaguean­te carretera de Sa Calobra y el túnel que se atraviesa a pie hasta el imponente desfilader­o del Torrente de Pareis. Y al lado queda Cala Tuent, una pequeña playa de cantos y grava, mezclada con arena, y rodeada de pinos y rocas, a la sombra del pico más alto del archipiéla­go.

En su parte oriental, la sierra de Tramontana se encuentra con Pollença y su puerto, como principal núcleo urbano en esta zona de la isla. La ciudad invita a disfrutar de un paseo por el entorno de la plaza Mayor y la plaza Vella, que dan pistas de su pasado medieval. Camino del puerto, un desvío a la izquierda conduce hasta la cala San Vicente, donde se esconden tres preciosos arenales: Cala Barques, de mayor tamaño y finísima arena blanca; Cala Carbó y Cala Clara, quizá la más popular.

LA RUTA ESTÁ LLEGANDO A SU FIN con los ojos puestos en la última parada: el cabo Formentor. Pero antes hay que detenerse unos momentos en el mirador de Sa Creueta para admirar la grandiosid­ad del finisterre mallorquín, con la cala Bóquer a la izquierda y el islote Colomer a la derecha. Al fondo, el faro Formentor pone punto y final a este paisaje de acantilado­s y calas escondidas.

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 ??  ?? A 200 metros de altura, desde el mirador de Sa Creueta o El Colomer, el más famoso de la isla, se aprecia toda la grandiosid­ad del finisterre mallorquín. A un lado queda la cala Bóquer, al otro, el islote Colomer.
A 200 metros de altura, desde el mirador de Sa Creueta o El Colomer, el más famoso de la isla, se aprecia toda la grandiosid­ad del finisterre mallorquín. A un lado queda la cala Bóquer, al otro, el islote Colomer.

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