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El milagro del agua CROACIA De los lagos de Plitvice a Istria

- Texto: Noelia Ferreiro

El agua dibuja el paisaje del Parque Nacional de Plitvice, el más famoso de Croacia, formado por 16 lagos unidos entre sí bajo una atronadora orquesta de mil grifos. De este milagro de la naturaleza saltamos a Istria, la mayor península del Adriático, una región con forma de corazón que ha sido agraciada con hermosas ruinas clásicas, antiguos puertos venecianos, playas salvajes y adorables pueblos de piedra adosados a las colinas.

DEL GRIS PLATEADO AL AZUL ZAFIRO, pasando por un turquesa radiante propio de una playa caribeña. Esta gradación de colores es la que experiment­an los 16 lagos de Plitvice según avanzan las horas. Un fenómeno que convierte a este parque nacional, el más visitado de Croacia, en un milagro del agua. Sus 30.000 hectáreas de vegetación esconden un sistema lacustre enlazado por estrepitos­as cascadas que actúan como vasos comunicant­es. Estos lagos que desaguan los unos en los otros, como si se tratara de una fuente de varios pisos, conforman uno de los reductos naturales más impresiona­ntes del continente europeo. Una larga pasarela de madera permite adentrarse en este territorio húmedo, declarado Patrimonio de la Humanidad, a lo largo de cinco rutas que discurren entre bosques de hayas y el revoloteo de mariposas multicolor­es.

LA ENTRADA INCLUYE UN PASEO en barco por el lago Kozjak, el más grande y profundo del recinto, que en verano zarpa cada media hora. Explorar Plitvice no solo es escuchar una orquesta de mil fuentes a cargo de estas aguas que provienen de los ríos Bijela y Crna Rijeka, es también maravillar­se con las 150 especies de aves que habitan este vergel y conviven con corzos, lobos y hasta esquivos osos con los que, por suerte, es imposible cruzarse.

Ninguna de estas criaturas encontrare­mos en el siguiente destino, para el que tendremos que desplazarn­os al extremo más occidental. Allí, descolgada del sur de Eslovenia y a un paseo en ferri desde Venecia, aparece Istria, una península en forma de corazón que es la más grande del Adriático y que, por su posición especial, combina dos identidade­s: la austeridad austrohúng­ara que le llega del norte y la pasión italiana por la buena vida que impregna el paisaje, la gastronomí­a y el cálido carácter de sus gentes.

SEGÚN SE LLEGA POR CARRETERA, y antes de avanzar hacia el sur rumbo a los destinos más turísticos, Labin, en la costa este, puede ser un bonito punto de partida. Un pueblo fortificad­o que a menudo pasa desapercib­ido, pese a contener un seductor casco antiguo con pasajes adoquinado­s y fachadas barrocas. Mucho más concurrida está Pula, en la punta meridional de la península, donde hoteles, restaurant­es y tiendas apenas desentonan con los vestigios romanos de una ciudad que estuvo ocupada por el Imperio durante más de dos mil años. Su joya es el majestuoso anfiteatro, un coloso que data del siglo i.

Si cuesta abandonar Pula es porque se desconoce el encanto de la siguiente parada del recorrido: Rovinj, asentada un poco más al norte en la costa occidental. Su perfil de cuento de hadas y su sabor marinero la convierten en la postal perfecta. Reflejado en las aguas del mar Adriático, un conjunto de casas coloridas escala por una colina hasta llegar a la catedral de Santa Eufemia. A la muy fotogénica Rovinj hay que descubrirl­a caminando despacio para convencers­e de que se trata de uno de los puertos más auténticos que quedan en el Mediterrán­eo.

Después hay que ir a Porec para maravillar­se con la basílica de San Eufrasio, de los más intactos ejemplos del arte bizantino. Será el colofón perfecto para decir adiós al litoral croata y emprender una nueva ruta por los pueblos altos que aguardan en el interior de la región. Aquí encontramo­s la otra Istria. Un entorno con menos gente, menos ajetreo turístico y un ritmo de vida sosegado. Allá donde dirijamos los ojos veremos olivos y viñas tapizando espolones rocosos, en cuyas cimas se asientan bellas aldeas medievales. Por algo hay quien ha bautizado este lugar como la «nueva Toscana».

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 ??  ?? Una larga pasarela de madera permite descubrir caminando los lagos de Plitvice. A la izquierda, panorámica tomada desde un dron del centro histórico de Rovinj, rodeado por las aguas del mar Adriático.
Una larga pasarela de madera permite descubrir caminando los lagos de Plitvice. A la izquierda, panorámica tomada desde un dron del centro histórico de Rovinj, rodeado por las aguas del mar Adriático.

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