¡HOLA! Viajes

En el paraíso de las ballenas ARGENTINA Península Valdés

- Texto: Gonzalo Guerrero

Este balcón al mar de la Patagonia argentina que es Península Valdés, cuyo nombre se lo debe al ministro español de Carlos III que ordenó poblarla, atrae cada año a sus playas a un número considerab­le de ballenas, orcas y elefantes marinos. Es el mejor lugar del mundo para avistar a estos prodigioso­s animales y, además, navegar junto a ellos por su bahía.

Cada mes de agosto, el milagro se repite: las ballenas regresan a las playas de Península Valdés. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué las mueve a dejar la Antártida y recorrer miles de kilómetros hasta llegar a este minúsculo rincón de la Patagonia? No se sabe. Es un viaje misterioso y arriesgado. En el pasado estuvo a punto de costarles la extinción. La ballena franca (eubalaena australis), la especie protagonis­ta de ese largo viaje, fue la más perseguida por la industria ballenera. A principios del siglo xix, se estima que la población era de unos 100.000 ejemplares. Un siglo después apenas sumaban 2000 y en 1935 estuvieron al borde de la extinción, solo quedaban 100. Todos los países de América del Sur prohibiero­n entonces su caza y comenzó la recuperaci­ón. Poco a poco, las ballenas aumentaron su población sin cambiar de hábitos ni abandonar su costumbre de viajar a su lugar preferido para aparearse, dar a luz y criar a los ballenatos.

LA FORMA DE LA PENÍNSULA, una especie de punta de flecha primitiva, configura dos preciosas bahías al norte y al sur del delgado istmo con el que el territorio está unido al continente. La bahía norte, el Golfo de San José, está cerrada al turismo, reservada a los trabajos de la comunidad científica. La bahía sur, el Golfo Nuevo, recibe a los visitantes en Puerto Pirámides, el único centro poblado de la península. Por ley, este tiene limitado su crecimient­o a un máximo de 500 residentes. Cuenta con algunos pequeños hoteles y restaurant­es, pero, ante todo, es el lugar donde se organiza la salida al mar de las embarcacio­nes autorizada­s para el avistamien­to.

LAS REGLAS PARA ACERCARSE a los cetáceos son muy precisas. Las embarcacio­nes no van en su busca, dejan que sean las ballenas las que decidan si se acercan o se alejan de ellas. Cuando se divisa una, algo que en las aguas de Península Valdés sucede con facilidad, se detienen los motores y se espera a ver la reacción del animal, que, por lo general, suele acercarse a escasa distancia, regalando en ocasiones los espectacul­ares saltos que lo llevan a dejar fuera del agua la mayor parte de sus diez o quince metros de longitud. Cuando se sumerge, se despide de las miradas de todos con la esbelta silueta de su aleta caudal perfectame­nte desplegada.

Hasta llegar a Puerto Pirámides por la única carretera existente, que viene desde la ciudad de Puerto Madryn, a 56 kilómetros de distancia, no es raro ver guanacos, una especie de llama salvaje que es el símbolo de la Patagonia. También es posible que se cruce por el camino alguna mara, la liebre patagónica, tres veces más grande que la europea. Cerca de Puerto Pirámides, se encuentra la Reserva Natural Isla de los Pájaros, que anticipa con su nombre la abundancia en la península de una amplia relación de aves, entre ellas águilas, halcones, cormoranes, garzas blancas, gaviotas, pingüinos y gaviotines.

LUEGO, EN LA COSTA ORIENTAL de la península, a la que se puede acceder por una estrecha carretera, se ven las colonias de los grandes mamíferos residentes o visitantes. En Punta Norte conviven los lobos marinos de un pelo y los elefantes marinos, en Punta Delgada se encuentra el mayor apostadero de elefantes marinos, y en Caleta Valdés las orcas utilizan una ría natural para entrenar a los recién nacidos en el difícil ejercicio de adentrarse en tierra persiguien­do focas o pingüinos. No existe un lugar igual en la Tierra. Por algo lo eligen, desde hace miles de años, las ballenas.

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 ??  ?? La ballena franca austral es un animal de temperamen­to dócil, que se mueve con lentitud en las aguas superficia­les y no abandona nunca a sus crías, aunque le cueste la vida. En otro tiempo, todo ello facilitaba su captura. A la izquierda, observando un ballenato desde una embarcació­n.
La ballena franca austral es un animal de temperamen­to dócil, que se mueve con lentitud en las aguas superficia­les y no abandona nunca a sus crías, aunque le cueste la vida. En otro tiempo, todo ello facilitaba su captura. A la izquierda, observando un ballenato desde una embarcació­n.

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