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Tras la gloria de los reyes de Siam TAILANDIA De Bangkok a Chiang Mai

- Texto: Ángel Martínez Bermejo

ENTRAR EN EL PALACIO REAL de Bangkok es asomarse, entre el asombro y la sorpresa, a la cultura y la historia de Tailandia. En este conjunto tan vistoso como irreal se camina entre templos protegidos por campanilla­s, figuras gigantesca­s de caras monstruosa­s y demonios que sujetan cúpulas doradas. La capilla del Buda Esmeralda guarda la imagen más venerada del país, un talismán que asegura el poder mágico del rey y simboliza la independen­cia y la buena fortuna de sus súbditos. En sus pinturas murales se despliegan decenas de escenas del Ramakien, la epopeya nacional. Muy cerca aparece Wat Pho, el templo más antiguo, famoso, sobre todo, por su Buda reclinado de 46 metros, el más grande del reino.

Al otro lado de la calle, en Lak Muang, se encuentra la piedra fundaciona­l de la ciudad y el hogar de sus espíritus invisibles. Como estos tienen la facultad de garantizar los deseos de los fieles y la salud de los niños, además de dar suerte en la lotería, es uno de los templos más activos. También de los mejores lugares para contemplar el espectácul­o de las danzas clásicas. Allí, entre música y ofrendas, apenas se siente el bullicio de la vida moderna de la gran capital.

En este templo que marca el kilómetro 0 de las carreteras tailandesa­s iniciamos la gran ruta cultural hacia Chiang Mai, que va desvelando la historia del país. En realidad, Bangkok es una ciudad joven, con apenas 250 años. Hasta mediados del xviii, la ahora inmensa y moderna capital era un pequeño puesto comercial, una especie de puerto de la capital real, Ayutthaya, que se encontraba a unos 75 kilómetros río arriba, remontando el Chao Phraya.

AYUTTHAYA FUE LA CAPITAL de un reino que, en buena medida, coincide con la Tailandia actual. En esa época, entre los siglos xv y xviii, era una de las ciudades más ricas, pobladas y poderosas del mundo. De esta quedan, sobre todo, los templos, que guardan estatuas de Buda adornadas con cintas de colores y guirnaldas de flores. Al deambular por el recinto veremos a monjes vestidos con sus túnicas de color azafrán pegar en ellas panes de oro, en un gesto de veneración que ha permanecid­o inmutable du

rante siglos. Hay que seguirlos en sus peregrinac­iones en busca del Buda de 19 metros de Wat Phanan Choeng y, por supuesto, de la cabeza de Buda que está rodeada por una higuera de Bengala. Está ahí, en una esquina de Wat Phra Mahathat, y se va elevando impercepti­blemente a medida que va creciendo el árbol, en una pequeña pero sugestiva unión de arte y naturaleza.

El camino que mira hacia atrás en la historia continúa 350 kilómetros más al norte. Sukhothai fue la capital de un imperio anterior que se extendía por lo que ahora es Tailandia, pero también Myanmar y Laos. En los templos vuelven a aparecer las estatuas de Buda, algunas gigantesca­s y otras mínimas, siempre elegantes, con formas sinuosas que materializ­an una sensibilid­ad religiosa y un refinado gusto estético. También se camina entre chedis (estupas) apoyados sobre ejércitos de elefantes, canales que rodean altares y palacios que, en otro tiempo, cobijaron reinas. Lugares donde se ha meditado durante siglos y, también, donde se han celebrado fiestas.

A UNOS  KILÓMETROS AL NORTE se llega a Chiang Mai, la segunda ciudad más poblada de este país asiático. Es una urbe moderna que, como todo el país, se ha desarrolla­do muchísimo en los últimos lustros. Pero la parte antigua, un cuadrado delimitado por canales, conserva todavía su antigua esencia. Al caminar por sus calles se descubren retazos de la antigua arquitectu­ra, con sus casas de madera, sus patios sombreados por enormes árboles tropicales y, sobre todo, los grandes templos, muchos de los cuales son actualment­e florecient­es centros religiosos.

El templo de Doi Suthep, en una colina cercana y al que se puede subir por una escalinata de 300 escalones flanqueada por dos dioses-serpiente, ofrece una vista espléndida sobre las montañas más altas del país. Más allá se extiende el Triángulo de Oro, donde habitan las tribus montañesas que ofrecen otra faceta de la riqueza cultural de Tailandia.

En la capital tailandesa se encuentran los grandes templos y palacios del país. Pero en la larga historia de esta tierra se han sucedido muchas dinastías que han gobernado reinos ya desapareci­dos desde diferentes capitales. Este viaje que va de Bangkok hasta Chiang Mai, pasando por Ayutthaya y Sukhothai, recorre la gran ruta cultural mientras se van descubrien­do sus grandes tesoros monumental­es.

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Sukhothai fue el primer reino tailandés verdaderam­ente independie­nte. Durante la celebració­n del festival de Loy Krathong, este año en noviembre, cientos de linternas flotantes se lanzan hacia el cielo en su parque histórico.
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