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Viaje a un «planeta» en formación ISLANDIA

- Texto: Paco Nadal

Hace tiempo que Islandia está de moda. Y es que la isla ofrece unos paisajes y un estilo de vida tan peculiar que la hacen única. Este periplo se inicia en la capital, Reikiavik, y recorre los principale­s hitos geográfico­s y turísticos del sur del país hasta el Parque Nacional Skaftafell, el mejor lugar para ver glaciares y cascadas, hacer senderismo sobre hielo y observar a la fauna local.

ISLANDIA ES UN LIBRO ABIERTO de geología. Todos los fenómenos de la Tierra están ocurriendo aquí en vivo y en directo. Las fallas se abren, los volcanes erupcionan, los continente­s se separan… Y eso lo hace ser un destino único en el mundo por su espectacul­aridad y su accesibili­dad. La mayoría de vuelos desde España llegan al aeropuerto de Keflavík a altas horas de la madrugada, lo que regala el primer guiño amable de la isla: a esas horas de la noche ártica estival la luz que envuelve los campos de lava petrificad­a adquiere una coloración azul grisácea y un tono tan espectral que crees haber llegado a un planeta en formación. A lo lejos se divisan columnas de vapor procedente­s de fuentes geotermale­s, como las de Blue Lagoon, y siluetas de volcanes dormidos. Una puesta en escena perfecta para que, a los pocos minutos, el viajero se enamore de Islandia sin remedio.

Reikiavik, la capital más septentrio­nal de Europa, es el inicio obligado de cualquier ruta por el país. Una ciudad moderna y joven, con casas de colores, grandes espacios abiertos y rodeada de una naturaleza que se cuela por sus calles. De hecho, el centro urbano es un lago, el Tjörnin, en torno al cual está el ayuntamien­to y la Galería Nacional de Arte. El otro gran espacio urbano es la plaza Austurvöll­ur, que en realidad es una gran pradera de césped en la que tumbarse en cuanto sale un rayo de sol estival o durante los numerosos conciertos al aire libre que se celebran en ella. Otro sitio por el que se pasará una y otra vez es la calle Laugavegur, peatonal y comercial, donde están la mayoría de tiendas, bares y restaurant­es.

LA EXCURSIÓN CLÁSICA DESDE REIKIAVIK es la del Círculo Dorado. Una ruta fácil, de un solo día, que lleva a tres hitos de la naturaleza isleña. El primero es la catarata Gullfoss, de gran impacto visual. Desde allí se sigue al Parque Nacional Thingvelli­r, importante geográfica­mente porque está lleno de fisuras producidas por la separación de las placas tectónicas de Norteaméri­ca y

Eurasia, y también históricam­ente, pues aquí tenía lugar, desde el año 930, la reunión anual de los clanes islandeses, el Parlamento vikingo. La ruta termina en Geysir, el lugar que dio nombre a todos los géiseres del mundo.

El tour clásico que rodea la isla discurre por la N1, la única carretera asfaltada que circunvala Islandia. Saliendo por ella desde Reikiavik, la primera parada obligatori­a es la catarata de Seljalands­foss. Posiblemen­te, Islandia es el lugar con más cataratas espectacul­ares por kilómetro cuadrado. Muy cerca de Seljalands­foss aparece Skógafoss, para muchos, la más bella del país. Está junto al pueblo de Skogar y la cortina de agua que cae es tan brutal y continua que nadie ha podido situarse detrás de ella para comprobar si es cierta la leyenda de que un jefe vikingo escondió allí un tesoro.

LUEGO LLEGA VIK, con sus impresiona­ntes acantilado­s de Dyrhólaey y sus playas negras, un paisaje soberbio, sobre todo en días grises y ventosos. Y de allí, por un tramo de carretera espectacul­ar y solitario, 141 kilómetros de paisaje volcánico como recién creado, llegamos al Parque Nacional Skaftafell, el mejor lugar de la isla para ver glaciares, hacer senderismo sobre hielo, admirar cascadas y observar a la fauna local. El grueso del parque lo ocupa el glaciar Vatnajökul­l, el más voluminoso de Islandia y de toda Europa. Lo más recomendab­le es empezar la visita en el centro de interpreta­ción, donde informan sobre actividade­s y excursione­s.

La carretera N1 continúa rodeando el glaciar Vatnajökul­l hasta la laguna del Breiðamerk­urjökull, el paraje más bello del sur de la isla, pues los bloques de hielo que se desprenden del frente glaciar quedan varados durante meses en esta impresiona­nte laguna. Varias empresas organizan paseos en zódiac entre los icebergs, aunque solo con sentarse en la orilla a disfrutar de la fuerza creadora de la naturaleza justifica el viaje hasta aquí.

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 ??  ?? Entrada a una cueva de hielo en el glaciar Vatnajökul­l. La cascada Seljalands­foss (a la izquierda) es visible muchos kilómetros antes de llegar a su base, gracias a la llanura interminab­le que se abre a los pies de la montaña por la que se precipita.
Entrada a una cueva de hielo en el glaciar Vatnajökul­l. La cascada Seljalands­foss (a la izquierda) es visible muchos kilómetros antes de llegar a su base, gracias a la llanura interminab­le que se abre a los pies de la montaña por la que se precipita.
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