Hielo y selva camino de la Patagonia CHILE Carretera Austral
Esta zona de la Patagonia chilena es ideal para recorrerla en coche o en autocaravana y disfrutar, con total seguridad, de una naturaleza indómita de fiordos, glaciares y montañas cubiertas por la selva fría, donde algunos descendientes de colonos pioneros ponen el escaso acento humano. Navegación, miradores y senderismo incitan a un viaje muy activo.
ENTRE LOS ANDES Y EL PACÍFICO, en el sur de Chile, se extiende una estrecha franja de belleza salvaje y escasa presencia humana que permite sumergirse en un paisaje intacto de estrechos fiordos, valles descomunales, selva fría, lagos y glaciares. La mítica Carretera Austral lo recorre a lo largo de 1240 kilómetros. Una ruta para vivirla a nuestro aire, con vehículo propio, gozando de un gigantesco santuario natural, y deteniéndonos para hacer turismo activo en los espacios protegidos que ocupan más de la mitad de su superficie.
Podemos iniciar el viaje en Puerto Montt, en la región de Los Lagos, donde arranca la Carretera Austral (CH-7), o volar a Balmaceda, para unirnos al itinerario en el corazón de la región de Aysén, de las más bellas del mundo. En Puerto Montt se reúnen una buena cantidad de barcos de pesca que muestran sus capturas en el fascinante mercado de Angelmó. El entorno de la ciudad guarda maravillas como los pueblos de colonos alemanes de Puerto Varas y Frutillar, volcanes que se reflejan en los lagos Llanquihue y Todos los Santos, además de ser puerta de entrada a la cultura autóctona del archipiélago de Chiloé.
TOMANDO LA CARRETERA AUSTRAL hacia el sur, la ruta se asoma a aguas marinas en Chaitén y obliga a tomar barcazas y trasbordadores antes de entrar en la región, con bellos trayectos por la ribera del lago Risopatrón, antes de llegar al pueblo de Puyuhuapi, con su pequeño puerto en el fondo del fiordo Seno Ventisquero. La carretera va enhebrando una sucesión de maravillas naturales que invitan a un viaje sin prisas, como, en el Parque Nacional Queulat, el mirador del glaciar Ventisquero Colgante, donde se ven masas de agua helada saltando a un angosto lago desde 200 metros de altura.
Más adelante, un desvío lleva a Puerto Chacabuco, de donde zarpa el catamarán que navega hasta la laguna San Rafael. Después de una formidable travesía por los fiordos, el canal del río Témpanos conduce hasta donde vierte el glaciar San Valentín, cuyo frente, de dos kilómetros de ancho y setenta metros de altura, arroja enormes bloques de hielo que quedan flotando con un intenso color azul.
EL TRAYECTO DE PUERTO CHACABUCO a Balmaceda, pasando por Coyhaique –la capital regional–, ayuda a comprender la orografía de la zona. Asciende por profundos valles desde la orilla del mar, hasta alcanzar el páramo ventoso de Balmaceda. Ese embudo de montañas condensa la humedad del Pacífico y genera lluvias que hacen posible la explosión de verdor de la selva fría y alimentan ríos tumultuosos, cascadas y extensos lagos.
Siguiendo algo más de cuatro horas hacia el sur, por el grandioso valle del río Ibáñez, se llega al lago General Carrera, de color turquesa. En el muelle de Puerto Tranquilo esperan las lanchas que llevan hasta la Capilla de Mármol, un islote rocoso horadado por la erosión. Los últimos 347 kilómetros de Carretera Austral conducen a Villa O’Higgins, donde termina la calzada, al pie del Campo de Hielo Sur, completando una de las rutas más espectaculares y secretas de América.