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Un museo natural al aire libre CANTABRIA De Santoña a Santander

- Texto: Esperanza Moreno

Playas salvajes, lenguas de arena kilométric­as, faros impactante­s, marismas pobladas de aves y abruptos acantilado­s dibujan el paisaje costero que se extiende entre Santoña y la bahía de Santander. Estamos en la histórica comarca de la Trasmiera, un tramo natural para explorar sin perder de vista el mar. Pocos saben que en este rincón nació el surf en España.

Juan de la cosa era un avanzado de su época, por eso en Santoña, donde nació, allá por el siglo xv, su recuerdo sigue muy presente. En el paseo que bordea la playa de San Martín, un monumento rinde homenaje al famoso navegante y menciona sus méritos: «Codescubri­dor de América, dueño y maestre de la nao Santa María y autor del primer mapamundi donde se representa­n las nuevas tierras del mar océano». Así que a esta localidad la tradición marinera le viene de antiguo. A Santoña se llega hoy para ver cómo los barcos descargan la pesca en uno de los puertos más importante­s de Cantabria, a aprender el proceso de elaboració­n de sus famosas anchoas en una fábrica de conservas y a seguir, dejando atrás fortificac­iones de época napoleónic­a, la ruta del faro del Caballo por la abrupta península del monte Buciero. Un lugar que parece ideado para impresiona­r, rodeado de aguas turquesa y escarpados acantilado­s. Más allá, en otro saliente, luce el faro del Pescador.

Entre el Buciero y el monte Brusco está la bonita playa de Berria y, a sus espaldas, las marismas de Santoña, en la desembocad­ura del río Asón, que, junto a las de Victoria y Joyel, forman el conjunto de humedales más importante­s del norte de España. Para descubrir el parque natural y observar las 130 especies de aves acuáticas que habitan en sus aguas lo más acertado es pasar por el moderno mirador de las Marismas, situado en el puerto, que acoge el centro de interpreta­ción.

La ruta continúa en dirección a Noja, turística gracias a sus dos playas de Trengandín y Ris. De la primera atrae la salvaje belleza de su entorno, un paisaje de montañas, bosques y dunas que enmarca sus tres kilómetros y medio de arena; también sus aguas transparen­tes y los pináculos rocosos, piscinas naturales y pozas que aparecen cuando baja la marea. Rodeando un pequeño cabo espera la de Ris, otro largo arenal vigilado por una línea de peñas e islotes a los que podemos acceder en bajamar, como la isla de San Pedruco, habitada por miles de gaviotas y garcillas bueyeras y con una ermita en lo alto. Aves también se ven, y muchas, en el entorno del Molino de las Aves, en la marisma Victoria. Y arte, dando un paseo por Noja: el palacio de los Venero, el de Velasco y Castillo, la casona de los Garnica...

SIGUIENDO HACIA EL NORTE y antes de llegar al cabo Quejo se suceden, protegidas de los vientos, las seis playas de Isla, la principal localidad del municipio de Arnuero, que tiene también un casco histórico con algunas torres medievales y fama por sus langostas y amayuelas (almejas) de Argoños que se saborean a la mesa.

Lo que se disfruta caminando es el Ecoparque de Trasmiera. Un museo a cielo abierto que protege el patrimonio natural y cultural de este tramo costero, como el abrupto paisaje de acantilado­s que se extiende entre las rías de Quejo y Castellano, con vistas espectacul­ares desde el mirador de Corporales.

Donde acaban los farallones rocosos se abre la ría de Ajo, ya en el municipio de Bareyo, cuyo perfil costero constituye el punto más septentrio­nal de la costa de Cantabria. El litoral vuelve a tomar altura al alcanzar la punta del Rostro. Rodeado de praderas donde pastan las vacas deslumbra el faro de Ajo, que ya no es el vigía blanco que irradiaba luz sobre el Cantábrico desde el cabo del mismo nombre, sino el más colorido de los faros de nuestra costa.

A PIE POR LOS SENDEROS del quebrado litoral o en coche alcanzarem­os las recoletas playas de Cuberris y Antuerta. Y, antes de dejar Bareyo, la iglesia de Santa María y el molino de mar de la Venera, en la ría de Ajo.

Hasta la desembocad­ura del río Miera, el tramo costero del municipio de Ribamontán al Mar es un gozo para los surfistas, una amplia llanura cortada en impresiona­ntes acantilado­s que protegen las magníficas playas de Galizano, Arenillas, Langre y La Canal; pero que a partir del peñasco de Santa Marina, frente a Loredo, y hasta la bahía de Santander, pasa a ser una larguísima lengua de arena de casi cuatro kilómetros: el Puntal de Somo, la primera reserva natural de surf en España. Ya sea sobre la tabla, en las dunas que la escoltan o dando un paseo por sus cuatro kilómetros de arena, resulta difícil no sentirse en el paraíso con la estampa más regia de la capital cántabra de fondo.

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 ??  ?? El sendero que lleva al faro del Caballo, en la abrupta península del monte Buciero, se inicia al final del paseo marítimo de Santoña, junto al fuerte de San Martín. Para alcanzarlo hay que descender, en el último tramo, 700 escalones excavados en la roca. También se puede llegar en barco.
El sendero que lleva al faro del Caballo, en la abrupta península del monte Buciero, se inicia al final del paseo marítimo de Santoña, junto al fuerte de San Martín. Para alcanzarlo hay que descender, en el último tramo, 700 escalones excavados en la roca. También se puede llegar en barco.
 ??  ?? A pie por los senderos del quebrado litoral o en coche se alcanzan las recoletas playas de Cuberris y Antuerta (en la imagen, vista aérea de esta), separadas ambas por la punta de Cárcabo. A la izquierda, playa de Quejo, en el municipio de Arnuero.
A pie por los senderos del quebrado litoral o en coche se alcanzan las recoletas playas de Cuberris y Antuerta (en la imagen, vista aérea de esta), separadas ambas por la punta de Cárcabo. A la izquierda, playa de Quejo, en el municipio de Arnuero.

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