¡HOLA! Viajes

En el corazón del Pirineo aragonés HUESCA Valle del río Ara

- Texto: Enrique del Rivero

Los amantes de los paisajes de montaña tienen una cita ineludible en el valle del río Ara. Resulta un disfrute para los sentidos remontar su curso y el del Arazas, su afluente, para descubrir a su paso pueblos medievales, bosques frondosos y cascadas espectacul­ares. El itinerario finaliza a lo grande bajo las cumbres que rodean los valles glaciares de Bujaruelo y Ordesa.

EN EL ALTO ARAGÓN, al norte de Huesca y a los pies del Viñamala, una de las principale­s cumbres pirenaicas, tiene sus fuentes el río Ara. En sus 70 kilómetros de recorrido atraviesa una de las zonas de montaña más bellas y con mayor biodiversi­dad del sur del continente europeo. Además, en su cabecera recibe las aguas del Arazas, el río que vertebra el valle de Ordesa, principal protagonis­ta del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Por si todo esto no fuese suficiente, la zona posee los más prestigios­os títulos de protección de la Unesco: Reserva de la Biosfera, Geoparque Mundial y Patrimonio de la Humanidad.

No hay mejor lugar para comenzar este recorrido por el valle del Ara que junto a su desembocad­ura en el Cinca. Por algo aquí se fundó Aínsa, la capital del legendario reino de Sobrarbe. Pasear por las estrechas calles de esta villa medieval y asomarse a su triangular y porticada plaza Mayor es retroceder varios siglos en el tiempo. También hay que visitar la iglesia románica de Santa María y disfrutar de las vistas desde su imponente fortaleza.

La carretera N-260, que remonta el serpentean­te valle del Ara, nos acerca hasta Boltaña, otra antigua población que ha sabido conservar el sabor medieval. Su extenso caserío, que confluye en una también llamativa plaza Mayor, está cuajado de nobles casonas y presidido por los restos de una fortaleza de origen musulmán. Si el viaje es en verano, nada mejor que descender hasta el río Ara para darnos un baño en la espectacul­ar poza natural de La Gorga. También es buena idea subir por una pintoresca carretera de montaña hasta el aislado pueblo de Morillo de Sampietro, que conserva un buen ejemplo del románico rural de la comarca.

AL IR GANANDO ALTURA, el valle se estrecha y la carretera se abre paso por el boscoso y apretado congosto de Jánovas. Esta garganta lleva el nombre de un pueblo en ruinas convertido en símbolo de la lucha frente a la construcci­ón de un embalse que inundaría la zona. Por suerte, la obra no se consumó y podemos seguir disfrutand­o de una naturaleza que cada vez se hace más esplendoro­sa en los numerosos barrancos,

cubiertos por frondosos robledales y hayedos, que se abren en las márgenes del valle del Ara. Existe la opción de practicar rafting en las aguas bravas del único río salvaje del Pirineo.

LA MAYORÍA DE LOS PUEBLOS ribereños del Ara conservan buenas muestras de la arquitectu­ra popular del Alto Aragón, pero las más señaladas las encontrare­mos en Fiscal, con su famoso batán de Lacort, y en Asín de Broto, con su esconjurad­ero. Merecen un alto en el camino Sarvisé, por sus bosques; Broto, por su caserío y el acceso a la cascada de Sorrosal, y Oto, por su torre defensiva y las vistas.

Pero, aunque parezca sorprenden­te, lo que hemos visto hasta ahora es solo un aperitivo de lo que nos espera al llegar a Torla. Desde esta localidad, puerta de entrada al corazón del Pirineo aragonés, nos encaminamo­s a dos de los valles más bellos e impactante­s del continente europeo. El primero, al que se llega por la desviación que parte del puente de los Navarros, es el de Bujaruelo, por el que el río Ara desciende impetuoso desde su nacimiento. Una pista de montaña permite internarse en este valle de origen glaciar, cubierto por bosques, que tiene como telón de fondo las cumbres, con más de 3000 metros, del macizo del Viñamala, paraíso para la fauna pirenaica. Sorprende que por estos solitarios parajes de montaña pegados a Francia discurra un antiguo ramal del Camino de Santiago.

Para entrar en el valle de Ordesa, que desde hace más de 100 años es parque nacional, hay que regresar hasta el puente de los Navarros para remontar el curso del río Arazas. Es imposible resumir en pocas palabras todos los alicientes paisajísti­cos y naturales que encierra este famoso rincón del Pirineo aragonés. Además de por sus impactante­s relieves glaciares, sus bosques infinitos y su rica biodiversi­dad, destaca por su rosario de cascadas y su red de senderos. El más conocido y apto para cualquier caminante es el que recorre todo el valle hasta la cascada Cola de Caballo y el circo de Soaso, presidido por el mítico Monte Perdido.

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 ??  ?? Iglesia de San Salvador de Torla, con el majestuoso macizo de Mondarrueg­o a sus espaldas. A la izquierda, el espectacul­ar paisaje del valle de Ordesa desde uno de los miradores de su parte alta.
Iglesia de San Salvador de Torla, con el majestuoso macizo de Mondarrueg­o a sus espaldas. A la izquierda, el espectacul­ar paisaje del valle de Ordesa desde uno de los miradores de su parte alta.
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