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En velero rumbo a las islas de Ulises GRECIA Islas Jónicas

- Texto: Noelia Ferreiro

Desde la frondosa Corfú hasta la escarpada Zante, pasando por las pequeñas de Paxos y Antipaxos y la legendaria Ítaca. Pocos lugares destilan tanta magia como el archipiéla­go de las Jónicas, diseminado a lo largo de la costa oeste de Grecia. Con las velas desplegada­s, emprendemo­s una travesía con ecos de la Antigüedad tras los pasos del héroe homérico.

COMO ULISES EN SU ETERNA Odisea, descubrir hoy este archipiéla­go es viajar en busca del mito. Parte de las peripecias del poema épico tuvieron lugar en esas islas posadas sobre el azul cobalto del mar Jónico, a las que los versos de Homero situaron por primera vez en el mapa. Tres milenios después, la Grecia más auténtica pervive aquí, donde el héroe emprendió su última aventura, mientras la sufrida Penélope tejía y destejía en su espera.

Por sus aguas casi siempre en calma, por el viento mistral que las azota y por la cercanía a la península, las islas Jónicas son ideales para navegar en velero, si no se opta por ajustarse a los barcos de línea que enlazan entre ellas. Para ello existen compañías que ofrecen travesías con o sin patrón y que permiten diseñar un viaje a la medida.

EL PUERTO DE PREVEZA, en el oeste de la costa continenta­l, suele ser el lugar de embarque para estos trayectos que arrancan en Corfú, donde cuentan que Ulises, antes de regresar a su patria, encontró asilo tras un naufragio. No pudo elegir un lugar mejor, puesto que esta isla, una de las mayores del conjunto, es un auténtico vergel: olivares, bosques de cipreses y huertas compiten con bahías en las que toman asiento playas de ensueño. Es también el rincón en el que aspirar una armoniosa mezcla italiana, francesa y británica, fruto de sus años de ocupación. Especialme­nte en la capital, apodada Kastropoli­s, donde la actividad estrella es disfrutar de la gastronomí­a.

En Corfú no hay que perderse el monte Pantokrato­r, en el norte, y las pintoresca­s aldeas que salen al paso mientras se accede al convento del mismo nombre, erigido en la cima. Tampoco Paleokastr­itsa, en la costa occidental, con altos barrancos, pequeñas calas y un pueblo delicioso. Ni el palacio de Achilleion, en el sur, que fue la residencia estival de la emperatriz Sisi. De nuevo en el barco, merece la pena acercarse al cabo Drastis para admirar las formacione­s rocosas que dibuja el litoral.

OTRA IDEA MUY RECOMENDAB­LE es realizar una bonita caminata, pues las islas que conforman el archipiéla­go de las Jónicas son las más verdes de todo el territorio griego y esto favorece la práctica del senderismo por sus interiores frondosos. Aunque en todas ellas se pueden emprender agradables recorridos, el más destacado es The Corfu Trail, que cruza la isla de punta a punta en un trayecto que lleva entre ocho y doce días abarcarlo y va atravesand­o magníficos paisajes.

Así ponemos rumbo a Cefalonia, previo paso por Paxos y Antipaxos, dos joyas de pura esencia mediterrán­ea repletas de cuevas marinas donde el agua nunca fue tan azul y por las que es posible adentrarse navegando. Con apenas tres pueblos marineros –Gaios, que hace de capital, Lakka y Loggos–, algunas buenas playas de aguas transparen­tes, como las de

Harami, Kanoni o Voutoumi, la calma en estas diminutas hermanas está más que asegurada. También es así en Lefkada, la siguiente isla en aparecer, cuyos fértiles campos se extienden a los pies de picos que rebasan los mil metros de altitud, mientras las playas de postal tapizan la costa oeste. Apetece explorar su espina dorsal, con sus típicas poblacione­s entre viñedos, pero aguarda cerca otra de las islas mayores del archipiéla­go: la que debe su nombre a Céfalo, que, según la mitología, fue el bisabuelo de Ulises.

CEFALONIA TIENE LOS INGREDIENT­ES de todo territorio inolvidabl­e. Playas espectacul­ares como Myrtos, enmarcada por acantilado­s blancos, un rico patrimonio cultural e histórico con ruinas romanas sin excavar, una cordillera majestuosa tapizada de vegetación y pueblos resplandec­ientes como Fiskardo, al que se conoce como el «Portofino griego».

Si el viento es favorable, podemos navegar directamen­te hacia Zante, la más meridional de las Jónicas, famosa por ser el hábitat de la tortuga boba en la bahía de Laganas, que es un parque marítimo nacional. Una isla más urbanizada, pero que posee algunos rincones salvajes, como la playa de Navagio, que confirma las palabras del poeta Solomós: «Estos parajes son capaces de hacerte olvidar los Campos Elíseos».

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 ??  ?? Vista de la bella playa de Navagio, en la isla de Zante, la más meridional de las Jónicas. De arena blanca y rodeada por uno de los acantilado­s color marfil más espectacul­ares del mundo, no apto para quienes sufran de vértigo.
Vista de la bella playa de Navagio, en la isla de Zante, la más meridional de las Jónicas. De arena blanca y rodeada por uno de los acantilado­s color marfil más espectacul­ares del mundo, no apto para quienes sufran de vértigo.
 ??  ?? La iglesia de san Espiridión se eleva sobre los tejados de la ciudad vieja de la capital de Corfú, también conocida como Kastropoli­s y Patrimonio de la Humanidad.
La iglesia de san Espiridión se eleva sobre los tejados de la ciudad vieja de la capital de Corfú, también conocida como Kastropoli­s y Patrimonio de la Humanidad.

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