¡HOLA! Viajes

Por las idílicas orillas del Báltico ALEMANIA De Flensburg a Lübeck

- Texto: Enrique Domínguez Uceta

Durante el verano, la costa báltica resulta más hospitalar­ia y amable en las playas de arena que invitan al baño, los pequeños puertos de placer y las reservas naturales que jalonan el estado de Schleswig-Holstein. Es el momento de visitar Lübeck, una de las ciudades más bellas de Europa, practicar senderismo, hacer rutas en bicicleta y observar las aves del entorno.

AMENUDO OLVIDAMOS QUE Alemania tiene mar, y que la orilla del Báltico es ideal para ser recorrida en verano, cuando el sol invita a bañarse en sus playas y adentrarse en sus bosques y campos floridos. Para recorrer la costa báltica desde el límite con Dinamarca hasta Lübeck, lo mejor es volar a Hamburgo y alquilar un coche. En hora y media se llega a la ciudad de Flensburg, cerca de la frontera danesa, y, desde ella hacia el sur, por idílicos y llanos paisajes bañados en aguas mansas, ofrece panoramas semejantes a los escandinav­os.

Las ciudades y sus puertos se emplazan en el fondo de profundos fiordos. En Flensburg, los barquitos atracan junto a las casas del centro urbano, cerca de la plaza de Noordermar­kt, una localidad famosa por la cerveza tradiciona­l Flens, con su caracterís­tico tapón a presión.

En el siguiente fiordo, a 40 kilómetros del mar abierto, se encuentra Schleswig, con el puertecito pesquero de Holm y el antiguo y recuperado asentamien­to comercial vikingo de Haithabu, Patrimonio de la Humanidad, en el que podemos ver el viejo muelle y siete viviendas tal como eran hace mil años.

Cincuenta kilómetros más llevan a Kiel, que da nombre al canal que une el Báltico con el Mar del Norte, evitando a los barcos rodear la península de Dinamarca. Atesora una impresiona­nte historia marítima, y sigue siendo la gran base de cruceros y ferris en la zona. La ciudad, destruida durante la Segunda Guerra Mundial, se ha reconstrui­do en torno al puerto y la plaza del mercado, y cuenta con un pequeño centro muy animado. Desde el mirador de la torre del ayuntamien­to se contempla uno de los fiordos más grandes de Europa, con 17 kilómetros desde el casco urbano hasta el mar, orillado de bosques, casas de tejados puntiagudo­s, playas de arena y un intenso tráfico marítimo.

EL SURESTE DE KIEL se conoce como la Suiza de Holstein, porque concentra doscientos lagos famosos por la abundancia de cisnes y águilas pescadoras. A solo 30 kilómetros se encuentra Plön, con un formidable castillo renacentis­ta, asomado sobre el pueblo y el lago. En una bici

cleta de alquiler podemos rodear el lago por hermosos caminos sombreados, darnos un baño con los cisnes y navegar entre las islas.

De vuelta a la costa esperan playas formidable­s en Heiligenha­fen, con un encantador puerto deportivo y extensos arenales sembrados de strandkorb, los sillones de cestería con capota para tomar el sol en días fríos y ventosos. Un pier (muelle) se adentra en el mar, perfecto para ver el crepúsculo sobre el agua acompañado­s por los pájaros de la inmediata reserva natural de Graswarder.

Un largo puente cruza a la isla de Fehmarn, donde las playas encierran un paisaje agrícola que se cubre de amarillo cuando, en mayo, florecen los campos de colza. Cuenta con 300 kilómetros de vías ciclistas, que llevan al santuario de aves de Wallnau, al icónico faro de Flügge y al encantador pueblo de Burg, en una isla consagrada en verano a gozar de la arena, el kitesurf y la diversión.

EN UNA HORA CONDUCIEND­O hacia el sureste se llega a Lübeck, de las ciudades más bellas del norte de Europa, cargada de historia y de encanto. Fue capital comercial de la Hansa, que agrupaba los grandes puertos septentrio­nales, y hoy muestra su pasado en un museo reciente de reconocida arquitectu­ra. Conserva su casco antiguo en una isla abrazada por los ríos Trave y Wakenitzl, con sus dársenas fluviales y las elegantes mansiones burguesas, renacentis­tas y barrocas, como la que vio nacer a Thomas Mann, autor de Muerte en Venecia. Casas, iglesias y almacenes conforman un conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además de pasear por sus calles y subir a los campanario­s de las iglesias, hay que disfrutar de sus bodegas y restaurant­es, y probar los mazapanes del mítico Niederegge­r Café. Cerca de la ciudad se extiende Travemünde, la zona de ocio más sofisticad­a del Báltico alemán, con playas, hoteles y casinos y rodeada por lagos y bosques, donde se unen desde hace siglos el amor por la naturaleza y los placeres mundanos.

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 ??  ?? Desde las orillas del río Trave se admira una bonita vista del casco antiguo medieval de Lübeck, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en el que sobresalen las torres gemelas de las iglesias de St. Marien y St. Petri.
Desde las orillas del río Trave se admira una bonita vista del casco antiguo medieval de Lübeck, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en el que sobresalen las torres gemelas de las iglesias de St. Marien y St. Petri.

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