TAMARA FALCÓ E ÍÑIGO ONIEVA SE HAN RECONCILIADO
LA HISTORIA DEL PERDÓN Y LA SEGUNDA OPORTUNIDAD A SU NOVIAZGO
Fuentes cercanas a la pareja nos explican que están muy ilusionados, que hacer las paces ha sido como un «milagro navideño» y ambos están decididos a hacer funcionar su relación con más determinación que nunca
TAMARA Falcó e Íñigo Onieva se han reconciliado. Fuentes cercanas a la pareja nos lo confirman, y nos explican que ambos están felices y muy ilusionados, que hacer las paces ha sido como un «milagro navideño» y que, en este caso, al contrario de lo que dice el refrán, segundas partes sí son buenas. Mejores, si cabe, que las primeras. Porque ambos están decididos a hacer funcionar este noviazgo, con más determinación que nunca, perdonando de corazón, comprendiendo las debilidades de cada uno, admirando las fortalezas del otro, poniendo en primer lugar la capacidad de amar y convirtiendo la adversidad en una oportunidad para seguir creciendo como pareja.
Tamara e Íñigo se quieren de verdad. Su historia de amor, que comenzó hace dos años, ha pasado por muchas etapas, buenas y malas, en las que juntos han superado grandes dificultades y es verdad que existe una trayectoria entre ellos, una evolución personal que les ha hecho reflexionar y darse cuenta de que por encima de todo está el amor.
Superado el terremoto inicial de la ruptura más mediática de todos los tiempos, hace meses que Tamara e Íñigo decidieron «enterrar el hacha de guerra» y recuperar, en la medida de lo posible, una mínima cordialidad entre ellos. Se restableció la comunicación. Volvieron a intercambiar mensajes de texto. A finales de noviembre, se reunieron secretamente y conversaron durante horas y, finalmente, Tamara, animada por el espíritu navideño (paz, concordia, conciliación…), le propuso a Íñigo que asistieran juntos a la misa de gallo, el día 24 de diciembre, en la parroquia de Puerta de Hierro, cercana a la casa de Isabel Preysler.
De ese encuentro fueron testigos muchos sorprendidos feligreses, que relataron cómo los entonces exnovios llegaron y se marcharon juntos en una furgoneta y, durante el servicio religioso, estuvieron sentados muy cerca, sin ningún síntoma de enfado, sino todo lo contrario: cómplices, cariñosos y contentos.
Pero nada hacía imaginar, hace unos días, que la pareja pudiera estar dándose una segunda oportunidad. Parecía, más bien, la confirmación de que, a pesar de la ruptura, ambos estaban dispuestos a mantener una relación civilizada, sin rencores, con la voluntad de seguir siendo, en la medida de lo posible, amigos. De hecho, se llegó a especular con que Tamara pasaría la fiesta de Fin de Año con
El 31 de diciembre, Íñigo visitó a Tamara. Lo que ocurre de puertas adentro, entre ellos y en presencia de los íntimos que estaban en casa de Isabel, solo lo sabe la familia. Pero lo cierto es que tuvo que ser muy emocionante
A finales de noviembre, se reunieron secretamente y conversaron durante horas y, finalmente, Tamara le propuso a Íñigo que asistieran juntos a la misa de gallo, el día 24 de diciembre
Superado el terremoto inicial de la ruptura más mediática de todos los tiempos, hace meses que Tamara e Íñigo decidieron «enterrar el hacha de guerra» y recuperar, en la medida de lo posible, una mínima cordialidad entre ellos
El noviazgo continúa. Tal vez ahora con otro ritmo, poco a poco, más conscientes de cada paso que van dando y sin precipitar sus decisiones
Si después de todo lo sucedido, la pareja ha decidido darse una nueva oportunidad, es razonable pensar que siga existiendo la ilusión por casarse algún día, formar una familia y tener un futuro común
Hugo Arévalo, el joven con quien se decía que había comenzado una nueva relación. Lo cierto es que, después de muchos años de amistad y un par de cenas juntos, lo de Hugo no prosperó.
Lo que no sabía nadie —probablemente, ni siquiera el resto de la familia Preysler, que el día 31 de diciembre se reunía en casa de Isabel para tomar las uvas y celebrar la llegada del Año Nuevo— era que Íñigo y Tamara habían hecho las paces.
Y entonces llega la sorpresa: pasadas las doce de la noche (y, probablemente, después de una llamada de teléfono para felicitarse mutuamente el nuevo año), Íñigo Onieva sale de su casa del centro de Madrid y se sube en su moto. Cruza la ciudad, se dirige hacia Puerta de Hierro y, cuando llega a la famosa casa de la calle Miraflores, el portón está abierto para dejarle entrar. Hay unos fotógrafos esperándole a la salida de su casa, que le siguen hasta su destino. La prueba gráfica está documentada.
Lo que ocurre de puertas adentro, entre Tamara, Íñigo y en presencia de los íntimos que estaban en casa de
Isabel la noche del 31 de diciembre, solo lo sabe la familia. Pero lo cierto es que tuvo que ser muy emocionante: Tamara e Íñigo se reconcilian y retoman su relación. El noviazgo continúa. Tal vez ahora con otro ritmo, poco a poco, más conscientes de cada paso que van dando y sin precipitar sus decisiones.
Habrá que dejar pasar el tiempo para ver qué pasa en los próximos meses. Había un compromiso de matrimonio que se rompió. Unas circunstancias que provocaron mucho dolor. Pero si después de todo lo sucedido, la pareja ha decidido darse una nueva oportunidad, es razonable pensar que siga existiendo la ilusión por casarse algún día, formar una familia y tener un futuro común. Al fin y al cabo, ese es el fin del noviazgo: conocerse, aprender a quererse, a perdonarse, a comprenderse y confiar en que «al final, en la vida, lo único que importa es el amor».