IRA DE FÜRSTENBERG
LA VIDA DE CINE DE LA PRINCESA REBELDE E ICONO DE LA ERA DORADA DE LA «JET» DE MARBELLA
IRA de Fürstenberg, llamada «la princesa rebelde», cuenta con una de las biografías más fascinantes. Y no solo por su faceta creativa, ya que fue artista, diseñadora de joyas y realizó casi una treintena de películas. Hija del príncipe alemán Tassilo de Fürstenberg —descendiente de Carlomagno— y de Clara Agnelli, heredera del imperio automovilístico Fiat, Su Alteza Serenísima la princesa Virginia Carolina Theresa Pancrazia Galdina von Fürstenberg nació, en Roma, el 17 de abril de 1940, cuando ya había estallado la II Guerra Mundial. «Cuando vine al mundo, el médico le dijo a mi madre: “Señora Clara Agnelli, esta niña va a tener mucha suerte en la vida, y, por eso, no le voy a cobrar el parto”», contaba la propia Ira en las memorias que escribió para ¡HOLA!, en 1985.
Su infancia transcurrió entre palacios de Italia e internados de Suiza e Inglaterra —incluido Hastings—. «Me crié como una niña muy mimada; no hay que olvidar que, entre otras cosas, era la primera nieta de Agnelli. Mi madre me vestía con pieles sensacionales siendo muy pequeña», recordaba Ira hace casi 40 años.
Pero su vida cambió con catorce años, cuando conoció al príncipe Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, en una boda familiar en Alemania. «Lo recuerdo allí, muy guapo, lleno de condecoraciones y mirándome fijamente. Yo era una niña aún, pero tenía el cuerpo de una mujer», nos explicaba en su repaso a su vida. «Mi familia se imaginó que aquello iba a ser fantástico porque el príncipe era un hombre con mucho dinero. A mí aquello me importaba poco», continuaba recordando. Entonces, Alfonso acababa de fundar el Marbella Club y era el gran promotor de la Costa del Sol, donde empezaba a reunirse la aristocracia europea con millonarios internacionales y estrellas del cine de la talla Brigitte Bardot.
Con solo catorce años, conoció al gran hombre de su vida, Alfonso de Hohenlohe, con quien se casó meses después y tuvo dos hijos
Con el príncipe siempre mantuvo una gran amistad, pese a decidir separase a los cinco años de su boda, cuando conoció a «Baby» Pignatari
Surgió el amor con Alfonso, pero también cierto revuelo, ya que el príncipe tenía 30 años, más del doble que ella. Pero aquella diferencia de edad no suponía un problema para la familia de Ira: su padre se casó con su madre cuando él tenía 40 años y ella 18. De esta forma, el príncipe y su jovencísima novia se casaron el 21 de septiembre de 1955, el año siguiente de conocerse, en Venecia. Una boda de cuento a la que la que la propia Ira llegó en góndola. «Me casé con ilusión. Sobre todo, con ilusión de cambiar de vida y conocer mundo», nos confesaba la princesa.
Su luna de miel por América no fue menos idílica: en Nueva York, Ira conoció a Salvador Dalí, que le ofreció retratarla desnuda; en Los Ángeles, Gary Cooper dio una fiesta en su honor y Frank Sinatra la sacó a bailar.
Los niños tampoco tardaron en llegar. Christoph y, luego, Hubertus, que nació en México D.F., donde surgieron los primeros problemas en el matrimonio. «Estaba constantemente rodeada de gente, algo que no me gustaba entonces», nos confesaba. «Quería más otro tipo de vida: una casa bien hecha, bien sólida, una buena organización… Aunque no lo
parezca, soy una mujer más de interior que de exterior», nos aseguraba en ¡HOLA!
El matrimonio se truncó cuando fue invitado a una cena en París. Alfonso prefirió irse a esquilar e Ira terminó volando sola. Y, en la ciudad del amor, la princesa conoció al magnate napolitano Francisco Pignatari, un «playboy», casi 25 años mayor que ella, al que todos llamaban «Baby»: «Era un hombre con encanto, bastante inteligente, muy primitivo y una persona de palabra. Un señor de los viejos tiempos». En ese momento, Ira sintió que su vida con Alfonso de Hohenlohe no tenía sentido. «No va a cambiar y va a seguir siempre igual. ¿Por qué seguir adelante a su lado? Me fui a Nueva York con “Baby” y una de las tonterías que hice fue irme sola, cuando debería haberme llevado a mis hijos pequeños», se lamentaba Ira en nuestras páginas.
Así fue como, con 20 años, la princesa dejó a su marido y sus dos niños para casarse por segunda vez. «Nunca pensé lo que iba a acarrear mi marcha», nos decía Ira. Pero su decisión tampoco fue acertada: en 1964, tres años después de la boda, Pignatari la abandonaba: «Fui a Las Vegas para que me hicieran un chequeo de riñones. Al volver a París, “Baby” me envió a un hombre de negocios amigo suyo: “Ira, ‘Baby’ te ha dejado”. De pronto, me encontré en la calle, sola, sin marido, sin hijos y con 23 años». Pese a separarse de Alfonso de Hohenlohe, contó siempre con su amistad. Es más, el príncipe siempre la invitaba a las grandes fiestas que ofrecía en Marbella, donde se reunía la «jet set».
En 1966, volando a Roma, Ira se encontró con el productor de cine Dino de Laurentiis, quien le dio su primer papel a las pocas semanas. Así, llegó a trabajar con Marcello Mastroianni, Sordi, Anthony Quinn, Donald Pleasence, Franco
Nero, Klaus Kinski… En España también desarrolló una carrera cinematográfica en los 70, en pleno «destape», llegando a trabajar con Alfredo Landa —en «No desearás al vecino del quinto»— y también con Arturo Fernández. Sin embargo, se hartó de que le pidiesen rodar cada vez con menos ropa. «Laurentiis me dijo que tenía escenas subidas de tono, escenas de esas que llaman sexi, y le contesté: “Tengo dos hijos y el cine me interesa, pero no hasta este punto”», nos explicaba en 1985.
Su belleza también la ayudó a enamorar a los hombres más atractivos, como el intelectual Paolo Marinotti o el anticuario Roberto Federicci, con quien se casaría Carmen Martínez-Bordiú años después. En 1985, también se relacionó sentimentalmente a Ira con el príncipe Raniero de Mónaco —tres años después del trágico accidente de Grace Kelly—, pero ella siempre sostuvo que tal romance nunca existió.
Además de por el amor, su vida también estuvo marcada por la pérdida de su hijo mayor: en 2006, Christoph falleció en extrañas circunstancias, a los 49 años, tras pasar nueve días en una prisión de Tailandia por una irregularidad en su visado. Pese a todo, Ira nunca perdió su vitalidad ni su contagiosa sonrisa, como comprobaron sus amigos en su 80 cumpleaños, para el que organizó una gran fiesta en el palacio de Liria, donde reunió a la infanta Elena, Isabel Preysler, Carmen Martínez-Bordiú, los duques de Huéscar… La vida de Ira fue fascinante, aunque ella nos asegurara en sus memorias que no fue precisamente fácil: «Ha sido una carrera de obstáculos y no un camino de rosas, aunque lo parezca».
El golpe más duro de su vida fue la pérdida de su hijo mayor en 2006. Christoph de Hohenlohe falleció, a los 49 años, en extrañas circunstancias, en Tailandia, tras pasar nueve días en prisión