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RECUPERACIÓN
Un año después de extenderse por el mundo la Covid-19, con la consiguiente debacle económica, el conjunto de la cadena de valor del turismo se encuentra ahora volcada en apuntalar sus cimientos futuros: dispuesta a mirar más allá del modelo actual. Esta situación, sin precedentes, a diferencia de la crisis del 2008, en la que no había flujo de capital ni de inversión, es consecuencia de una situación sanitaria que está afectando a la demanda, no a la oferta; y que implica una transformación para el conjunto del sector. Pero España sigue siendo un mercado turístico atractivo por su clima, localización, seguridad, infraestructuras, calidad hotelera, potencia gastronómica… Y por ello no debe existir duda sobre la capacidad del sector para recuperarse.
La situación obliga a repensar y a encontrar nuevos caminos. La vuelta a la senda positiva no está exenta de desafíos, por lo que para reinventarse será clave la gestión de tendencias en relación con el medio ambiente o la sostenibilidad; pero también acierto en las decisiones políticas sobre fiscalidad o en cómo destinar la inyección económica que llegará de la UE. Aspectos que servirán para diseñar el nuevo sector turístico del siglo XXI, aunque, a corto plazo, este verano de 2021 tiene que marcar, de forma enérgica, el inicio de la puesta en marcha de esta locomotora, tractora para otros muchos sectores. El buen ritmo de vacunación de la población juega a favor. Lo mismo que las encuestas que apuntan a la intención de viajar, de salir o de recuperar el ocio.
Durante este año, los establecimientos han hecho un importante esfuerzo de adaptación a la nueva realidad, mientras el comportamiento de los clientes cambiaba. En este sentido, el rediseño de espacios se está convirtiendo en una baza fundamental. Ahora, la necesidad de volver a ganar clientes obliga a crear lugares que resulten atractivos, al tiempo que garanticen la seguridad de las personas. El futuro de hoteles y restaurantes pasa por la flexibilidad y la mezcla de usos; aunando zonas de socialización, restauración, culturales o incluso de formación y laborales. Una transformación que permitirá, además, que los turistas internacionales puedan combinar en sus estancias ocio y trabajo, prolongando los días de viaje gracias a la flexibilidad laboral que se impone en todo el mundo. Mientras, en paralelo, los negocios tendrán que saber adaptarse al cliente local que busca nuevas ofertas, pero sin tener que viajar.
La pandemia ha mostrado hasta qué punto el sector turístico es esencial para la buena marcha del país y, también, que nunca hay que desaprovechar la ocasión de abrir debates a nuevos argumentos y propuestas; de forma que, a pesar del duro golpe para la hotelería y hostelería, esta crisis está sirviendo para acelerar medidas y conceptos que en el anterior contexto hubieran sido impensables. Una visión positiva del futuro pasa por aprovechar las grandes oportunidades que brinda la digitalización, pero también por contar con lo local y ser medioambientalmente responsable. Por delante se presenta el arduo trabajo de relanzamiento del conjunto de esta industria, pero la vivido por culpa del virus debe ser una oportunidad de reconfigurar esquemas y garantizar no solo el crecimiento, sino también la sostenibilidad futura. Sin duda, estamos viviendo la peor crisis de la historia reciente, pero estamos seguros de que el sector turístico español tiene el ímpetu suficiente para levantarse de nuevo. Más fuerte.