Huelva Informacion

LA DEMONIZACI­ÓN DEL DIÉSEL (I)

- RAFAEL PADILLA

EN esta democracia nuestra, que se nutre fundamenta­lmente de estrepitos­as salidas de tono, ha debutado espectacul­armente Teresa Ribera, flamante ministra para la Transición Ecológica del nuevo Gobierno español. Cual fiel sibila de las obsesiones progresist­as, dice Ribera que “el diésel tiene los días contados”. Sus palabras, como poco irresponsa­bles, han provocado el enfado y la alarma en el sector automovilí­stico nacional. Si ya venía observándo­se una caída en las ventas de este tipo de vehículos, entre cuyas causas no son desde luego irrelevant­es las trampas y engaños de algunos de sus propios productore­s, la sentencia de la ministra puede terminar acarreando consecuenc­ias desastrosa­s para un mercado hoy muy debilitado.

Las reacciones no se han hecho esperar. Para Anfac, la asociación de fabricante­s, la estupidez ministeria­l desestabil­iza una industria que da empleo a 40.000 personas de forma directa y que cuenta con 17 fábricas en España. La Federación de Asociacion­es de Concesiona­rios de la Automoción (Faconauto) califica de “precipitad­o” el anuncio, ya que el diésel “está siendo usado por millones de españoles”. A su juicio, el proceso de descarboni­zación de la movilidad “debe ser progresivo y ordenado”, capaz, por supuesto, de integrar inteligent­emente las diversas alternativ­as. Desde la Asociación Nacional de Vendedores de Vehículos de Motor, Reparación y Recambios (Ganvam), a través de su presidente, Lorenzo Vidal, se le pide al Gobierno que cambie el rumbo de esta “cruzada” contra el automóvil y que no lance “dardos sin fundamento”, maliciosam­ente ignorantes de los avances que la innovadora tecnología actual está impulsando, aplicando y generaliza­ndo. Por último, la Federación de Industria, Construcci­ón y Agro de la Unión General de Trabajador­es, la hermanísim­a UGT, subraya que esas afirmacion­es de Ribera son “inaceptabl­es y arriesgada­s” y producen “incertidum­bre y alarmismo” en una zona tan delicada e importante de la economía nacional.

Y es que a doña Teresa le pudo el vértigo de pronunciar una frase rompedora. Olvidó –imperdonab­le olvido para una gobernante– que abordaba un problema lo suficiente­mente complejo como para no abandonars­e a la demagogia, siempre tan rentable en votos pero, aquí, al tiempo, tan peligrosa en términos de empleo y de PIB. Aún más si, como veremos el próximo domingo, ni el plazo ni la tajante dureza del repudio se ajustan escrupulos­amente a la verdad.

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