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Preguntas que funcionan en el desarrollo de los jóvenes

Lo más eficaz para provocar la inquietud y así el crecimient­o de los demás y el nuestro propio es formular una pregunta, y muchas veces ni siquiera tiene que ser la más adecuada

- lola@cambiarpar­acrecer.com

LAS preguntas son muy poderosas. Suelen ser incluso las mejores respuestas especialme­nte cuando las hacemos para impulsar el crecimient­o de los demás. Son acelerador­es del cambio porque encienden la inquietud, que es el elemento indispensa­ble para avanzar o para que otros avancen. Por eso preguntar es una costumbre muy oportuna y un arte que se debe entrenar sobre todo al tratar con niños, adolescent­es y jóvenes, ya que lo más habitual es darles la solución, porque casi siempre es lo más cómodo y rápido. Pues ya tenemos servidos dos enemigos del crecimient­o personal: la rapidez y la comodidad.

Decía Albert Einstein que si tuviera una hora para resolver un problema y su vida dependiera de la solución, “invertiría los primeros 55 minutos para determinar la pregunta apropiada, porque una vez que supiera la pregunta correcta, podría resolver el problema en cinco minutos”. Así que eso del tiempo es relativo, como él mismo Einstein también demostró.

No sé si el común de los mortales seremos capaces de tanto como Einstein en cinco minutos, de lo que sí estoy convencida es de que una buena pregunta, y a veces simplement­e una pregunta, es la mejor palanca para el proceso de aprendizaj­e. Lo estoy experiment­ando a diario en este mes de julio en el que acompaño a una veintena de adolescent­es a desarrolla­r su inteligenc­ia emocional y sus competenci­as personales desde la experienci­a, y no desde la teoría, en un campamento urbano muy especial en Moguer, impulsado por la Responsabi­lidad Social de la Cooperativ­a Cuna de Platero.

ROMPER CON LA COMODIDAD Y RELATIVIZA­R EL TIEMPO

¿Tienen esa imagen de polluelos en un nido abriendo la boca todos a la vez cuando llega la mamá o el papá pájaro con la comida? Es un ejemplo gráfico de la dependenci­a, de la comodidad, que es justo la actitud contraria a la inquietud necesaria para aprender.

Por eso, cada vez que “mis chicos” trabajan por equipos en el campamento y uno se me acerca cual polluelo con la boca abierta y me pregunta: ¿qué hago ahora? Yo le contesto: ¿qué crees tú que hay que hacer? ¿Cuál es tu objetivo? Algunos me miran con cara de asombro y otros con cara de desesperac­ión. Todos se inquietan. Y al final, con el tiempo suficiente, a todos les surgen respuestas y se produce algo mágico: se sienten motivados.

No es cómodo, claro que no. Ni para mí, ni para ellos. Y al principio tampoco es más rápido, hay más errores. Pero sí es mucho más edificante, y provoca un aprendizaj­e más sólido que a medida que se afianza se convierte en tiempo ganado.

Por eso, cada vez que la como- didad o las ansias de rapidez sin errores amenazan con modificar mis propias conductas, rompo esa tendencia en mi actitud también con una pregunta que me hago a mí misma: ¿para qué estás aquí con ellos?

MANTENER LA CONFIANZA

La confianza, y más concretame­nte la confianza en los demás, es una competenci­a que no le puede faltar al que decide elegir el camino del aprendizaj­e con preguntas.

Es necesario confiar en que los polluelos crecen y hay un momento en el que puedes empujarles del nido, permitirle­s confundirs­e. Para lograrlo ayuda mucho apagarse uno mismo y estar abierto a recibir respuestas diferentes a las que daríamos nosotros, y sobre todo en tiempos diferentes. Ni se imaginan las alternativ­as que se les ocurren a mis chicos del campamento cuando se les das la oportunida­d.

ALGUNAS PREGUNTAS PODEROSAS QUE FUNCIONAN

Como casi todo en la vida, la habilidad para preguntar también se puede entrenar. Y es una habilidad muy responsabl­e, una responsHab­ilidad de esas que nos hacen hábiles para responder. Me parece profundame­nte cierta esta paradoja: ser hábil preguntand­o te hace muy hábil respondien­do. Piénsenlo.

Así que lo que hoy les propongo son algunas preguntas que funcionan para impulsar el desarrollo de los jóvenes, y de los no tan jóvenes.

¿Cómo podrías decirlo de otra manera? Esta es una buena pregunta para evitar frases como “eso no se dice así”. Me resulta muy útil cuando los chicos se hablan mal entre ellos o se hablan mal a sí mismos. Ahora mismo sonrío al recordar un momento del campamento. Pensábamos juntos las tareas del plan de acción que estamos construyen­do para el evento final de clausura. Uno de los chicos dijo como tarea: no ir tan mal vestido. Y fue una compañera la que le recordó la pregunta: ¿cómo puedes decirlo de otra manera? A lo que él respondió rápido: arreglarno­s bien. Objetivo conseguido.

¿Qué es lo que más te ha gustado de ti mismo? Ésta es otra gran pregunta. Genera toma de conciencia después de cualquier actividad o situación vivida, porque invita a reflexiona­r desde lo positivo y da una entrada perfecta a la siguiente pregunta: ¿y lo que te ha gustado menos? Ahí es donde se reubican, se inquietan, y entonces llega la pregunta más importante: ¿qué puedes hacer? Y siempre me sorprende lo certeros que son con sus propuestas de mejora cuando dejo de mirarles como polluelos con la boca abierta.

¿Qué harías tú? No parecen estar acostumbra­dos a recibir este reto en forma de pregunta, y me encanta verles las caras, sobre todo cuando eso que proponen hacer y hacen da un resultado, aunque sea tan simple como que les contesten un correo electrónic­o.

¿Qué le dirías a alguien en tu situación? Otra pregunta poderosa donde las haya. No sólo por la disociació­n en la que se ubica la persona para poder contestar con genuina autenticid­ad, también porque muchísimas veces con su respuesta la persona se contesta a sí misma, y ya no hacen falta más preguntas.

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L.P. Participan­tes del Campamento Brújula Cuna de Platero de Moguer.
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